Historias

MI VECINA SEGUÍA COLGANDO SUS BRAGAS JUSTO EN FRENTE A LA VENTANA DE MI HIJO, ASÍ QUE LE ENSEÑÉ UNA VERDADERA LECCIÓN.

Desde que mi nueva vecina, Lisa, se mudó, mi vida se convirtió en una auténtica pesadilla. Yo, Kristie, y mi hijo de 8 años, Jake, nos mudamos al barrio en busca de tranquilidad, pero Lisa trajo consigo una rutina inusual e incómoda.

Todo comenzó un martes. Me acuerdo porque era día de lavado, y yo estaba doblando los pequeños calzoncillos de superhéroes de Jake cuando miré por la ventana de su habitación y casi me ahogué con el café. Allí estaban, unas bragas rosa chicle de encaje ondeando al viento, como las banderas más indecentes del mundo. Y no estaban solas. Había toda una colección de ropa interior en exhibición.

—Mamá, ¿por qué la señora Lisa cuelga su ropa interior justo en mi ventana? —preguntó Jake, inocente.

Mi rostro se sonrojó. Traté de disimular:

—Ah, cariño, la señora Lisa solo quiere que su ropa tome aire fresco. Vamos a cerrar las cortinas, ¿sí?

Pero aquello se volvió rutina. Cada semana, un nuevo desfile de ropa interior aparecía frente a la ventana de Jake. Yo no quería que él siguiera haciendo preguntas incómodas, pero inevitablemente, las hizo.

—Mamá, ¿por qué su ropa interior es tan pequeña? ¿Es para un hámster? —preguntó Jake, con esa mirada curiosa e inocente.

Me contuve para no reír, pero supe que tenía que solucionar esa situación. Decidí hablar con Lisa de manera educada. Fui a su casa y, después de unos minutos de conversación, ella me respondió con arrogancia:

—¡El patio es mío! Si no te gusta, compra cortinas más gruesas.

Sentí que la sangre me hervía. No tenía ni una pizca de respeto. Fue entonces cuando decidí enseñarle una verdadera lección.

Esa noche, me senté frente a mi máquina de coser. Creé el par de bragas más grande y llamativo que el mundo haya visto. Utilicé una tela estampada con flamencos, lo suficientemente colorida como para ser vista desde el espacio. Al día siguiente, esperé a que Lisa saliera y colgué mi “obra de arte” justo en la ventana de su sala.

Cuando regresó, su cara lo dijo todo. Se quedó boquiabierta y las bolsas de compras cayeron de sus manos. Salí de mi casa, fingiendo inocencia:

—¡Hola, Lisa! ¿Te gusta la nueva decoración? —le pregunté, conteniendo la risa.

—¿Qué es esto? ¿Te volviste loca? —gritó, señalando las bragas gigantes.

—Ah, pensé que habíamos iniciado una moda de colgar ropa interior en las ventanas. Creí que mis bragas también merecían un poco de aire fresco. —respondí con una sonrisa pícara.

Después de mucho bochorno, Lisa finalmente cedió:

—Está bien, ganaste. Dejaré de colgar mi ropa en tu ventana. Ahora, por favor, quita esa monstruosidad de mi vista.

Desde entonces, nunca volví a ver la ropa interior de Lisa ondeando frente a la ventana de Jake. ¿Y yo? Bueno, digamos que ahora tengo las cortinas más originales del vecindario, hechas con la tela de flamencos. Y Jake aprendió que, a veces, ser un héroe significa mantener su ropa interior alejada de las miradas curiosas.

Y si alguna vez ve un par de bragas gigantes volando por el cielo, sabrá que su mamá está protegiendo el vecindario, con buen humor y mucha creatividad. 😊

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