Historias

MADRE MAYOR QUE QUEDÓ SIN HOGAR POR CULPA DE SUS HIJOS LLORA CUANDO SU ABOGADO LE DICE QUE GANÓ UNA MANSIÓN DE $1 MILLÓN.

Rose, una viuda de 63 años, lo había perdido todo: el único hombre que amó, la única casa que conocía y el amor de sus tres hijos ingratos, Don, David y Daniel.

Mientras los tres hermanos vendían la vieja casa de la familia para comprarse lujosas y modernas residencias para ellos, excluyeron completamente a su madre del trato.

Su hermana Debbie también recibió una parte del dinero.

¿A quién le importa? — dijo Don en una videollamada con sus hermanos. — Si Debbie quiere, puede donar su parte a alguna caridad inútil, me da igual.

¡Exacto! Mamá también estará bien. No es como si fuera a mendigar en la calle. ¡Es más lista que eso! — se burló David.

Esto tenía que hacerse, hermanos. Mamá nos habría hecho esperar una eternidad para recibir nuestra parte… — concluyó Daniel, el mayor.


UNA MADRE ABANDONADA EN LA CALLE

Mientras tanto, Rose, con un rostro lleno de desesperación, estaba en la fila de personas sin hogar en un parque de la ciudad.

Nunca tuvo un momento de descanso desde que perdió a su esposo, Raymond. Él se fue demasiado pronto, dejándola sola con cuatro hijos pequeños.

Después de su muerte, Rose trabajó en dos empleos durante años, ahorrando cada centavo para garantizar el futuro y la educación de sus hijos.

Y lo logró. Todos se convirtieron en profesionales exitosos.

Pero ahora, eso ya no significaba nada para ella.

Sus hijos habían fracasado como seres humanos.

La única persona que no salía de su mente era su hija Debbie.

Debbie había dejado la casa a los 18 años, decidida a ganar dinero para ayudar a su familia. La vida la rodeó de personas bondadosas que reconocieron su talento, y con el tiempo se convirtió en una prestigiosa investigadora médica.

Estoy tan orgullosa de nuestra niña, Raymond. — Rose susurró en su corazón, como si hablara con su esposo. — Pero me preocupa… Cuídala por mí, y dile que la amo.


UN REENCUENTRO INESPERADO

Al principio, Rose no reconoció a la mujer elegante vestida con un traje sofisticado que bajó de un auto negro de lujo.

¡Debbie! ¡Mi niña! ¿Estoy soñando? — Rose sintió que el mundo daba vueltas mientras su hija la abrazaba con fuerza.

Mamá, ya estoy aquí. Todo va a estar bien.

Debbie supo lo que sus hermanos le habían hecho a su madre gracias a un amable vecino que la llamó en medio de la noche.

Me dijo que te había visto comiendo sobras en el asiento trasero del viejo coche de papá…

Debbie rompió en llanto.

Mamá, mi corazón se rompió. Tomé el primer vuelo para encontrarte.

Lo que hicieron Don, David y Daniel es imperdonable.

Y como hermana mayor, decidí darles una lección. — dijo Debbie, con firmeza.


RECUPERANDO EL PASADO

Debbie insistió en llevar a Rose a un “lugar especial”.

No tiene sentido, hija… la casa ya fue vendida… — dijo Rose, secando sus lágrimas.

Lo sé. Porque la compré.

Rose no podía creer lo que estaba escuchando.

¿Qué dijiste?

Debbie le explicó cómo había gastado todos sus ahorros para recuperar la casa, sin que sus hermanos supieran quién era la compradora.

Ellos te estafaron, mamá. Ahora sabrán lo que se siente.

Cuando Rose abrió una caja que Debbie le entregó, encontró las llaves de la antigua casa familiar.

¡Hasta tiene el mismo llavero de siempre, mira! — dijo Rose, emocionada.


JUSTICIA HECHA

Una semana después, el abogado de Debbie llamó a Rose.

Señora Rose, ahora usted es la única propietaria de esta casa.

Nadie podrá volver a echarla.

Esta hermosa mansión de $1 millón es suya para siempre.

Rose no pudo contener las lágrimas.

Pasó su vida enseñándole a Debbie a ser una persona buena y justa.

Ahora, era el turno de Debbie de enseñarle a su madre a vivir por sí misma.

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