Después de 23 Años de Matrimonio, la Esposa Pide una Cita y Descubre que su Esposo se Avergüenza de Ella.

Después de 23 años de matrimonio, Mary solo quería una noche de cita con su esposo, Jack.
Pero cuando él se negó, admitiendo que se avergonzaba de ella, Mary no tenía idea de la lección que él aprendería ese día.
Jack y Mary llevaban más de dos décadas casados, criando juntos a cuatro hijos. Sus días se habían vuelto una rutina predecible, una que ya no despertaba emoción entre ellos.

Jack llegaba del trabajo, se tiraba en el sofá y encendía la televisión. Mientras tanto, el día de Mary nunca parecía terminar realmente. Cocinaba, limpiaba, ayudaba con las tareas escolares, hacía la lavandería y ponía a dormir al hijo menor; solo paraba cuando el cansancio finalmente la vencía.
Por la noche, cuando la casa estaba tranquila, Mary miraba películas románticas, imaginándose en esas historias. Extrañaba sentirse especial. Extrañaba sentirse amada.
Una noche, al mirarse en el espejo, apenas se reconoció. La joven y vibrante mujer de la foto de su boda había desaparecido, dejando lugar a alguien cansada, agotada e invisible. Pero se negó a aceptar que esa fuera su realidad.
Una Sencilla Petición, Una Dura Realidad
Al día siguiente, cuando Jack llegó a casa, Mary preparó la mesa con un poco más de cuidado. Durante la cena, reunió valor y propuso una simple idea.
“Jack”, dijo ella, sonriendo suavemente, “estaba pensando… tal vez podríamos salir a una cita. Hay un lugar nuevo en el centro. Sería bueno pasar un rato juntos.”
Jack soltó una risa sarcástica, sorprendido por la sugerencia. “¿Una cita? ¿Para qué? No es un día especial ni nada.”
El ánimo de Mary vaciló. “¿Necesitamos una razón?” preguntó suavemente. “Solíamos salir solo porque queríamos.”
En lugar de sensibilizarse, Jack se irritó. “¡Mírate!” se burló. “¿Por qué te llevaría? Estás horrible.”
El corazón de Mary se apretó de dolor. “Acabo de terminar de limpiar la casa, por eso estoy así”, murmuró.
Jack negó con la cabeza, completamente indiferente. “No. Te ves así todos los días. Solías cuidarte, peinarte y vestirte bien, pero ahora?” Hizo una mueca. “Te ves como una solterona. No sé cuándo dejaste de importarte.”
Las lágrimas ardían detrás de los ojos de Mary, pero aunque lloraba, él no suavizó su actitud.
“Si quieres saber la verdad, me da vergüenza estar contigo”, dijo Jack. “No puedo llevarte así.” Y sin decir más, se puso la chaqueta y salió por la puerta.
La Lección de un Amigo
Jack fue a la casa de su mejor amigo Samuel, ansioso por pasar la noche en el bar. Pero Sam negó con la cabeza.
“Lo siento, amigo. Tengo una cita con mi esposa.”
Jack frunció el ceño, ofendido. “¿Una cita? ¿En una noche cualquiera?”
Antes de que Sam pudiera responder, su esposa apareció en la cima de la escalera, radiante. Ella llevaba un hermoso vestido, con el cabello elegantemente arreglado. En sus brazos, un ramo de flores frescas.
“¡Sam, acabo de encontrar estas flores en nuestro cuarto!” exclamó, besando a su esposo en la mejilla. “¡Eres increíble!”
“Me alegra que te gusten”, sonrió Sam.
Sacó una bolsa de regalo de detrás de la puerta. Ella miró dentro y exhaló sorprendida.
“¡Vaya, Sam, esto es maravilloso! ¡Lo voy a usar esta noche!” dijo, corriendo para cambiarse.
Jack miraba sin poder creerlo. “Tu esposa se ve increíble”, murmuró. “Y realmente parece… feliz. La mía parece siempre infeliz. Casi no sonríe.”
El rostro de Sam se apagó. “¿Cuándo fue la última vez que sacaste a Mary a una cita?”
Jack vaciló. “No lo sé. ¿Hace dos años? Tal vez más.”
Sam negó con la cabeza, decepcionado. “¿Y te sigues preguntando por qué ella no sonríe?” dijo, dándole un golpe amistoso en el hombro a Jack.
Jack guardó silencio.
“Yo no llevo a mi esposa a citas porque sea un día especial”, continuó Sam. “Hago que cada día sea especial. Ella es la luz de nuestra casa. Ella merece sentirse apreciada. ¿Y sabes lo que pasa cuando una mujer se siente amada?”
Jack no respondió.
“Brilla”, dijo Sam con una sonrisa.
Un Cambio de Corazón
Jack salió sin decir más.
Cuando llegó a casa, Mary estaba acurrucada en el sofá, con el rostro aún hinchado por el llanto.
Jack sintió una ola de vergüenza en su estómago.
Había sido él quien le había hecho eso.
Silenciosamente, dejó una pequeña caja de regalo sobre la mesa.
Mary miró hacia arriba, sorprendida.
“Lo siento”, dijo Jack suavemente. “Te lastimé hoy. Fui cruel. No merecías eso.”
Mary dudó, mirando la caja.
“¿Saldrías conmigo mañana por la noche?” preguntó Jack. “Hice una reserva en ese nuevo restaurante en el centro.”
Sus ojos se agrandaron.
Lentamente, abrió la caja: dentro había un delicado collar de plata.
Las lágrimas se acumularon en sus ojos, pero esta vez, no eran de dolor.
“Es hermoso”, susurró. “Gracias, Jack.”
Sus labios se curvaron en una sonrisa suave y genuina, el tipo de sonrisa que él no veía desde hacía años.
Y en ese momento, Jack se dio cuenta:
Extrañaba esa sonrisa.
La Mujer que Casi Perdió
A la noche siguiente, cuando Mary salió del cuarto, Jack se quedó sin aliento.
Ella estaba impresionante.
Pero no era solo el vestido o el cabello cuidadosamente arreglado.
Era el brillo en sus ojos.
El mismo brillo que ella tenía cuando lo miraba.
Y de repente, Jack se sintió un tonto.
Durante años, había dado por sentada a Mary, dejándola cargar con todo el peso de la casa mientras él se quedaba en el sofá.
Durante años, la vio apagarse, sin preguntarse si él era la razón.
Pero eso ya no pasaría más.
Un Matrimonio Revivido
Esa noche, algo cambió.
No solo para Mary, sino para ambos.
A partir de ese momento, Jack se aseguró de que su amor no se perdiera nuevamente en la rutina.
Porque su amigo tenía razón.
No se necesita una razón para celebrar el amor.
No se necesita una ocasión especial para mostrar aprecio.
Solo tienes que elegir hacer que cada día sea especial.
¿Y Jack?
Ya no esperaría más.