Historias

VOLVÍ A CASA CON MIS GEMELAS RECIÉN NACIDAS Y ENCONTRÉ LAS CERRADURAS CAMBIADAS, MIS COSAS TIRADAS Y UNA NOTA ESPERÁNDOME.

Llevar a mis bebés a casa debería haber sido uno de los momentos más felices de mi vida. Y al principio, todo parecía perfecto. Pero pronto se convirtió en una pesadilla.

Después de tres días en el hospital recuperándome de un parto difícil, finalmente me dieron el alta y estaba lista para volver a casa con mis hijas gemelas, Ella y Sophie.

Sin embargo, de repente, recibí una llamada apresurada que cambiaría todo…

—Hola, amor —dijo mi esposo, Derek, con la voz tensa. —Lo siento mucho, pero no puedo ir a buscarlas como habíamos planeado.

—¿Qué? ¿Por qué? —pregunté, sintiendo que el corazón se me encogía.

—Es mi madre —me interrumpió. —Está muy mal. Fuertes dolores en el pecho. Tengo que recogerla y llevarla al hospital más cercano.

Cerré los ojos y respiré hondo, luchando contra el impulso de gritar de frustración y decepción. Pero solo respondí:

—Está bien. Tomaré un taxi.

La Pesadilla Comienza

Cuando el taxi se detuvo frente a nuestra casa, mi corazón se hundió.

Mis maletas, las bolsas de las niñas e incluso el colchón de la cuna estaban tirados en el jardín y en la entrada de la casa.

Desconcertada, caminé hacia la puerta e intenté abrir con mi llave. No funcionó. Probé de nuevo. Nada.

Entonces noté un pedazo de papel doblado pegado a una de las maletas. Con las manos temblorosas, lo desdoblé y leí las palabras que me helaron la sangre:

“¡Lárgate de aquí con tus parásitas! Sé todo. – Derek.”

Mi corazón latía descontroladamente. Tomé el teléfono y marqué el número de Derek de inmediato.

Buzón de voz.

Intenté de nuevo. Nada.

El pánico me invadió cuando Ella comenzó a llorar y, segundos después, Sophie la siguió. Con las manos temblorosas, marqué otro número.

—Mamá… —susurré, tratando de contener las lágrimas.

Ella contestó al primer tono.

—¿Jenna? ¿Qué pasa? ¿Las niñas están bien?

—Derek… Cambió las cerraduras. Tiró mis cosas. Y dejó una nota horrible.

La espera por mi madre se sintió eterna. Cuando llegó y vio la escena, su rostro se llenó de ira.

—¡Esto no tiene sentido! ¡Derek jamás haría esto! ¡Él las ama a ti y a las niñas!

Pero cuando me abrazó y me susurró que todo estaría bien, supe que algo estaba muy mal.

—Vámonos a mi casa hasta que podamos hablar con él, ¿de acuerdo?

Descubriendo la Verdad

A la mañana siguiente, supe que necesitaba respuestas. Tomé el auto de mi madre y regresé a casa.

Mis cosas habían desaparecido. El jardín estaba limpio.

Rodeé la casa y miré por la ventana trasera. Mi sangre se heló.

Lorraine, la madre de Derek, estaba sentada en la mesa del comedor, bebiendo té con total tranquilidad.

Golpeé la puerta con fuerza. Ella levantó la vista, sorprendida, casi derramando su taza. Pero cuando me reconoció, sonrió con burla.

—¿Dónde está Derek? —exigí saber. —¿Por qué él…?

—Está en el hospital de mi ciudad —respondió con calma. —Cuidando de su madre enferma.

Mi respiración se detuvo.

—¡Le mentiste! ¡Fingiste estar enferma!

Cruzó los brazos con suficiencia.

—Desde el principio le dije a Derek que nuestra familia necesitaba un niño para continuar con el apellido. Pero tú… Tú nos diste dos niñas. Inútiles.

Mi visión se nubló.

Ella había planeado todo. Engañó a su hijo, lo hizo llevarla lejos, cambió las cerraduras, le robó el teléfono y me echó de mi propia casa… ¡Todo porque no aceptaba a mis hijas!

Mi estómago se revolvió.

—¡Estás enferma!

Siempre supe que Lorraine no me quería, pero jamás imaginé que fuera tan cruel. Desde que conocí a Derek, ella decía que merecía a alguien más hermosa y rica que yo.

El Enfrentamiento Final

Fui directamente al hospital. Encontré a Derek caminando nerviosamente por la sala de espera, con los ojos llenos de preocupación.

—Tu madre tomó tu teléfono —dije, mi voz temblando de rabia. —Fingió estar enferma y me echó de la casa.

Él frunció el ceño, confundido.

—¿Qué? ¿Por qué haría eso?

Cerré los puños.

—Porque nuestras hijas no son varones.

Por un instante, Derek se quedó en silencio. Luego, con el rostro endurecido, tomó sus llaves y salió del hospital, y yo lo seguí.

Cuando llegamos a casa, Lorraine seguía exactamente donde la había dejado, bebiendo su té, sin mostrar el menor remordimiento.

—Derek, querido… —comenzó. —Yo solo quería protegerte. Esto no debía salir así…

Él la interrumpió, furioso:

—¿Protegerme de mi esposa y mis hijas? ¿Quién te dijo que quería hijos varones? ¿Quién te dijo que mis niñas no eran lo suficientemente buenas para mí? ¡Ese es TU problema, no el mío! Si quieres hijos varones, ¡te sugiero que los tengas tú misma!

Ella abrió los ojos, sorprendida.

—¡Jenna es MI ESPOSA! ¡Ellas son MIS HIJAS! Si no puedes respetarlas, entonces no eres parte de nuestras vidas.

Por primera vez, Lorraine quedó sin palabras. Su rostro enrojeció de furia mientras subía las escaleras para empacar sus cosas, cerrando las puertas de golpe.

Derek me miró, sus ojos llenos de arrepentimiento.

—Lo siento…

Reconstruyendo Nuestra Vida

No fue fácil, pero nos tomó meses reconstruir nuestra vida, lejos de Lorraine.

Derek demostró, día tras día, que estaba a nuestro lado.

Y nuestras niñas, a quienes Lorraine tanto despreciaba, crecieron rodeadas de amor y cariño.

Al final, me di cuenta de que, a veces, la familia no se define por la sangre, sino por el respeto, el apoyo y el amor incondicional.

Y eso era algo que Derek y yo estábamos decididos a darle a Ella y Sophie.


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