Historias

UNA MADRE CON DERECHOS ROMPIÓ EL IPAD DE MI HIJA EN UN VUELO — Y SE ARREPINTIÓ MÁS RÁPIDO DE LO QUE IMAGINABA.


Viajar en avión con una niña de cinco años no es tarea fácil, pero ese día, todo iba sorprendentemente bien. Mi hija, Ella, estaba feliz viendo su programa en el iPad, con sus auriculares puestos y completamente tranquila.

Al otro lado del pasillo, había un niño de la misma edad que no estaba tan contento. No dejaba de mirar la pantalla de Ella, moviéndose inquieto en su asiento.

“¡Mamá, yo también quiero ver!” — se quejaba.

La madre — a quien llamaré Madre con Derechos (MD) — soltó un gran suspiro antes de tocarme el hombro.

“Estamos siendo responsables y no le estamos dando pantallas a nuestro hijo en este viaje,” dijo.
“¿Podrías guardar el iPad? Le está molestando.”

Parpadeé, incrédula.

“Lo siento, pero no. Mi hija está tranquila y disfrutando de su programa.”

La sonrisa de la MD desapareció al instante. Sacudió la cabeza con desaprobación.

“Wow… así que prefieres arruinar nuestras vacaciones familiares antes que dejar de usar la pantallita de tu hija, ¿eh?”

Luego murmuró, lo suficientemente alto como para que los de alrededor la escucharan:

“Hay padres que no saben decir que no. Así están los niños de hoy, todos malcriados.”

Respiré hondo y decidí no responder. Ella estaba calmada, y no iba a interrumpir su momento por la manera en que otros decidían criar a sus hijos.

Pero la MD no había terminado.


El “accidente” que no fue accidente

Ella intentaba calmar a su hijo, pero en lugar de canalizar su frustración, tomó la peor decisión posible.

De repente, estiró el brazo y “accidentalmente” golpeó la bandeja de Ella, haciendo que el iPad cayera al suelo con un golpe seco.

“¡Uy! ¡Qué torpe soy!” — exclamó con una sonrisa falsa.

Quise gritar, exigirle que se hiciera responsable. Pero en un instante ya estaba actuando como si nada hubiera pasado, fingiendo que fue solo un accidente desafortunado.

Me contuve. Pensé: el karma sabe hacer su trabajo…

Y no me equivoqué. Llegó antes de lo que esperaba.


El karma llega — y con fuerza

Poco después del “accidente”, el niño de la MD empezó a llorar, pero esta vez no era por el iPad.

“¡Mami, me siento mal! ¡Me siento mal por el iPad!”

El rostro de la MD se volvió pálido. No solo había lastimado a mi hija, sino que había enseñado — sin querer — a su propio hijo una dura lección sobre la culpa.

No dije nada. Ya no era necesario. Solo me enfoqué en consolar a Ella.


Un pequeño acto de bondad

Mientras me estiraba para buscar un juguete de repuesto en el compartimiento superior, una azafata se acercó con calma.

“Vi lo que pasó,” me dijo en voz baja. “Eso fue totalmente inaceptable.”

Con una sonrisa cálida, le entregó a Ella un pequeño avión de peluche, regalo de la aerolínea. Ella lo abrazó con fuerza, y finalmente dejó de llorar.

“Gracias,” susurré, emocionada.

La azafata asintió.

“También voy a informar lo ocurrido a mis superiores. Es probable que ella enfrente consecuencias.”


Una disculpa inesperada

Cuando el avión comenzó a descender, noté que la MD se removía incómoda en su asiento.

Al desembarcar, cruzó su mirada con la mía. Y, para mi sorpresa, murmuró:

“Lo siento.”

No respondí. Solo le di un leve asentimiento con la cabeza y volví a mirar a Ella, que abrazaba feliz su nuevo avión de peluche.

“Mami, ¿podemos volar otra vez pronto?” — me preguntó.

Sonreí, apretándole la mano con ternura.

“Claro que sí, mi amor.”

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