Historias

Una Chica en el Avión Lanzó su Cabello sobre mi Asiento, Bloqueando mi Pantalla — Así que Tuve que Darle una Lección Inolvidable

Después de varios días agotadores de trabajo, finalmente abordé mi vuelo. Ese momento se sentía como una salvación: unas pocas horas para despejar mi mente, ver una película y relajarme en paz.

Todo lo que quería era silencio y tranquilidad.

Pero esa paz no duró nada.

Apenas el avión comenzó a rodar por la pista, la mujer frente a mí —una joven, de unos veinte años— se dejó caer en su asiento, sacó su teléfono y, sin decir nada, lanzó su larga melena por encima del respaldo.

Su cabello cayó directamente sobre mi bandeja, bloqueando completamente mi pantalla.

No quería comenzar un conflicto. Toqué su hombro suavemente y le pedí amablemente que moviera su cabello. Murmuró un “perdón” sin entusiasmo y lo retiró.

¿Problema resuelto?

Para nada.

Diez minutos después, el cabello volvió —esta vez con más descaro, como si estuviera reclamando territorio.

Volví a pedirle que lo quitara. No giró la cabeza, no dijo nada. Simplemente siguió usando su celular como si yo no existiera.

Y ahí algo cambió dentro de mí.

No grité. No causé una escena. Pero decidí que ella necesitaba una lección rápida, silenciosa e inolvidable.

Entonces hice lo siguiente: saqué tres chicles de mi bolso, uno por uno, los mastiqué con calma… y comencé a pegarlos cuidadosamente en su cabello. Me aseguré de hacerlo mechón por mechón, sin alterar mi expresión.

Pasaron unos quince minutos hasta que notó que algo andaba mal. Pasó la mano por su cabello… y se congeló.

— “¿¡Qué… es… esto!?” —gritó, intentando quitar los chicles desesperadamente.

Sin apartar la vista de mi pantalla, le respondí con tranquilidad:

— “Es el resultado de tu arrogancia.”

— “¡Estás loca!” —exclamó ella.

— “Y tú, irrespetuosa,” le dije. “Ahora tienes dos opciones: una, terminas el vuelo así y luego cortas la mitad de tu cabello. O dos: puedo ayudarte ahora con unas tijeritas que tengo en mi bolso. ¿Qué prefieres?”

Se puso pálida.

Me acerqué un poco y le susurré: “Si vuelves a lanzar tu cabello así, saldrás calva del avión. Soy muy precisa, incluso con turbulencias.”

No se movió más durante todo el vuelo. Recogió su melena en un moño apretado, y yo por fin disfruté mi película… en una paz absolutamente merecida.

Artigos relacionados