Historias

MIENTRAS LEÍA A SU ABUELO CIEGO, UNA NIETA DESCUBRIÓ UNA CARTA SELLADA DE HACE 60 AÑOS ESCONDIDA ENTRE LAS PÁGINAS.

Sophie desdobló con cuidado el papel quebradizo, sus bordes amarillentos por el paso del tiempo. La tinta se había desvanecido un poco, pero las palabras aún eran legibles. Respiró hondo y comenzó a leer en voz alta.

“Mi querido James:
No sé si alguna vez encontrarás esta carta, pero si lo haces, espero que te llegue en el momento justo. Te he amado desde el primer momento en que nos conocimos, y aunque la vida nos llevó por caminos diferentes, mi corazón nunca dudó. Hay algo que debo decirte antes de que sea demasiado tarde…”

La voz de Sophie se quebró mientras miraba a su abuelo. Su rostro estaba pálido, y sus dedos se aferraban con fuerza a la manta.
“¿Quién la escribió, abuelo?” preguntó suavemente.

Sus labios temblaron. “Solo podría haber sido una persona,” susurró. “Eleanor.”

Sophie nunca había escuchado ese nombre. “¿Quién era Eleanor?”

James respiró profundamente, con esfuerzo. “Ella fue… el amor de mi vida.”

Un silencio lleno de asombro llenó la habitación.

“Era joven cuando la conocí,” continuó con nostalgia en la voz. “Ella era alegre, llena de vida. Hicimos planes para huir juntos, para comenzar una nueva vida lejos de las expectativas de nuestras familias.”

El corazón de Sophie latía con fuerza. “¿Y qué pasó?”

“Mi padre no aprobaba la relación. Tenía otros planes para mí. En aquel entonces, era difícil desafiar la voluntad de la familia. Fui demasiado cobarde para enfrentarme a él. Un día, ella simplemente… desapareció.”

Sophie tragó saliva. “¿Nunca intentaste buscarla?”

James negó con la cabeza, la tristeza empañando su rostro. “Pensé que había seguido con su vida. Me convencí de que era lo mejor.”

Sophie volvió a mirar la carta, sintiendo el peso de esas palabras antiguas entre sus manos. Continuó leyendo.

“Te esperé, James. Te esperé más tiempo del que debería. Y cuando finalmente decidí irme del pueblo, escribí esta carta y la escondí dentro del libro que tanto amabas, esperando que algún día la encontraras y supieras la verdad. Nunca dejé de amarte.”

Una sola lágrima rodó por la mejilla de James. “Ella me esperó…”

Sophie apretó su mano. “Abuelo, eso significa que nunca dejó de importarle.”

Él soltó un suspiro tembloroso. “Han pasado sesenta años. ¿Crees que… aún esté viva?”

La mente de Sophie ya estaba en marcha. “Tenemos que averiguarlo.”

Los días siguientes fueron un torbellino de búsquedas. Sophie investigó en internet, consultó archivos municipales, grupos en redes sociales y contactó a cualquiera que pudiera haber conocido a Eleanor. El proceso fue lento, pero ella se negó a rendirse.

Hasta que una noche, encontró una pista.

“Abuelo,” dijo, sin poder contener la emoción, “hay una Eleanor Carter viviendo en una residencia de ancianos, a solo dos ciudades de aquí.”

James se incorporó en su silla, su respiración agitada. “¿Podría ser ella?”

“Solo hay una forma de saberlo.”

Dos días después, Sophie y James llegaron a la residencia. El aire estaba cargado de expectativa. Una enfermera amable los condujo por un pasillo tranquilo hasta una habitación luminosa, donde una mujer mayor miraba por la ventana.

Sophie notó que su abuelo vacilaba, sus manos frágiles apretando las ruedas de la silla. Se arrodilló a su lado. “¿Estás listo?”

James respiró hondo y asintió.

La enfermera se adelantó. “Eleanor, tienes visita.”

La mujer se giró lentamente, sus ojos grises recorriendo la habitación. En el momento en que vio a James, se quedó inmóvil.

“¿James?” susurró.

Sus labios se entreabrieron, pero no salieron palabras. Luego, con un leve asentimiento, él respondió: “Soy yo, Ellie.”

Las lágrimas inundaron los ojos de ella mientras se llevaba una mano al pecho. “Encontraste mi carta.”

James le tomó la mano, y ella no dudó en tomar la suya. “Nunca había leído ese libro… hasta ahora. No lo sabía…”

Eleanor sonrió entre lágrimas. “Y ahora lo sabes.”

Los dos se sentaron juntos, con los dedos entrelazados, poniéndose al día con toda una vida de palabras no dichas. Sophie los observaba con lágrimas en los ojos, comprendiendo que el destino les había dado una nueva oportunidad.

Al salir de la residencia ese día, James apretó la mano de Sophie. “Gracias por leerme,” dijo. “Me devolviste algo que creía perdido para siempre.”

Sophie sonrió. “El amor siempre encuentra el camino de regreso a casa, abuelo.”

Y en ese momento, supo que algunas cosas, sin importar cuánto tiempo tarden, simplemente están destinadas a suceder.

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