Mientras Decorábamos una Casa de Jengibre, Mi Hija Dijo: “Es Hermosa, Como la Casa Secreta a la que Papá Me Lleva Cada Fin de Semana”

Aquella noche de diciembre, logré algo poco común: salir temprano del hospital. Como cirujana, mi horario es caótico, pero me prometí que esa tarde sería toda para mi hija Emma, de seis años. Desde hacía semanas, me pedía que hiciéramos juntas una casita de jengibre.
Cuando llegué a casa y saqué el kit del estante, sus ojos brillaron. “Mami, ¿podemos decorarla con muchas gomitas, glaseado, chispitas y galletas?”, preguntó saltando de emoción. Le sonreí: “Claro que sí, cariño. Vamos a usar todos los dulces que tengamos”.
Pasamos un rato hermoso decorando la casita. Y justo cuando colocó la última gomita en el tejado, Emma dijo algo que me congeló.
“Es tan linda, mami… como la casa secreta a la que papá me lleva cada fin de semana.”
Me quedé helada. “¿Casa secreta?”, pregunté, tratando de sonar tranquila.
“Sí, donde vive la señora bonita que me da caramelos y me dice ‘cariño’. Es muy buena.” Luego tapó su boca. “¡Ay no! Papá me dijo que no te lo dijera. ¡Era un secreto!”
Esa noche, mientras Mark le leía un cuento para dormir, yo me quedé sola en la cocina, dándole vueltas a lo que Emma había dicho. ¿Mark me estaba engañando? ¿Le presentaba a nuestra hija a otra mujer?
El fin de semana, le dije que tenía una cirugía urgente y salí temprano, pero solo rodeé la esquina y esperé en el auto. Poco después, vi a Mark salir con Emma. Los seguí a distancia.
Llegaron a una casa hermosa, como sacada de una postal navideña. El corazón me dio un vuelco. Era parecida a la casita de jengibre que habíamos hecho.
Emma bajó corriendo y una mujer de cabello castaño la abrazó y le dio un bastón de caramelo. Mark sonrió y entró a la casa con ella. Ya no podía quedarme allí sentada.
Me bajé del coche. “¡Disculpen!”, grité, caminando rápido hacia ellos.
“¡Mami!”, gritó Emma. “¡Mira la casa!”
La mujer me sonrió. “¡Hola! Tú debes de ser Eleanor.”
Me detuve, con el corazón acelerado. “¿Y tú quién eres?”
“Lily”, respondió, extendiéndome la mano. “Soy la contratista de esta casa.”
“¿Contratista?”, repetí desconfiada.
“Sí. ¿No sabías? Oh… creo que acabo de arruinar la sorpresa.”
Mark se acercó. “Puedo explicarlo.”
“¡Más te vale!”, respondí firme.
“Compré esta casa con la herencia de mi padre. Quería renovarla y dártela como sorpresa. Pensé que si vivíamos más cerca del hospital, tendrías más tiempo en casa. Emma la llama ‘casa secreta’ porque no quería arruinar la sorpresa. Y Lily solo es la arquitecta.”
Mi rabia se desvaneció. “¿Todo esto lo hiciste… por mí?”
“Por nosotros”, dijo. “Tú, Emma y yo.”
Emma tiró de mi mano. “¡Ven, mami, quiero mostrarte mi cuarto de juegos!”
Entré con ellos. Todo era perfecto. Aquella casa ya no era un secreto… era nuestro nuevo comienzo.