Historias

Mi padre, de 73 años, acaba de gastar todo su fondo de jubilación en una Harley Davidson de 35.000 dólares

— y tuvo el descaro de llamarlo “su última gran aventura”

Inicio — El impacto de su decisión
Durante cinco décadas, estuvo atrapado en ese mugriento taller de reparación de motocicletas, con las manos permanentemente manchadas de grasa, oliendo siempre a aceite de motor y cigarrillos, avergonzándome delante de mis amigos con sus tatuajes descoloridos y su chaleco de cuero gastado.

Ahora que por fin vendió el taller, en lugar de hacer algo útil con el dinero —como ayudar a su única hija a salir de las deudas o dar la entrada para el apartamento que tengo en la mira— decidió “invertir en su felicidad” comprando una moto cara, típica de una crisis de mediana edad.

Desarrollo — El enfrentamiento
Ayer, cuando lo confronté por esta decisión egoísta, simplemente se rió y dijo:
Cariño, a mi edad, todas las crisis son crisis de fin de vida.

Como si eso fuera gracioso. Como si su responsabilidad de apoyarme hubiera terminado solo porque tengo 42 años. No entiende que yo merezco ese dinero más que él: me quedan décadas por delante, mientras que él solo va a montar esa estúpida moto hasta que el corazón le falle en alguna carretera desierta.

Todos mis amigos coinciden en que los padres deben ayudar económicamente a sus hijos, especialmente cuando tienen los medios. Pero papá no deja de hablar del “llamado de la carretera abierta” y de que ya ha reservado un viaje de tres meses por todo el país, visitando lugares que siempre quiso conocer “antes de que sea demasiado tarde”.

¿Demasiado tarde para qué? ¿Demasiado tarde para ser un padre responsable que pone las necesidades de su hija en primer lugar? Yo ya tuve que cancelar mis vacaciones en las Bahamas por mi situación financiera, mientras él planea “vivir libre” en la carretera.

Final — La decisión radical
No es justo que yo esté atrapada en mi trabajo de subgerente, ahogándome en deudas, mientras él despilfarra lo que debería haber sido mi herencia en un patético intento de última hora de sentirse joven otra vez.

Por eso he decidido quedarme con su fondo de jubilación, incluso si no me lo da voluntariamente. Creo que tengo todo el derecho —y el poder— de arrebatarle ese dinero. Al fin y al cabo, si él no sabe usarlo de manera responsable, alguien tendrá que hacerlo.

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