Historias

Mi hija y mi yerno murieron hace 2 años – Hasta que, un día, mis nietos gritaron: “¡Abuela, mira, son mamá y papá!”


Georgia aún luchaba por sobrellevar la vida tras la tragedia que marcó su destino. Hacía dos años que había perdido a su hija Monica y a su yerno Stephan en un supuesto accidente. Desde entonces, cuidaba sola de sus nietos, Andy y Peter, entregándoles todo el amor y estabilidad que podía ofrecer.

Pero nada la preparó para el día en que su mundo volvió a sacudirse.


Una mañana cualquiera, mientras preparaba el desayuno en la cocina, Georgia recibió una carta anónima. Su corazón latía acelerado al leer aquellas cinco palabras escritas con tinta firme:

“En realidad no se han ido.”

Temblando, volvió a leer la nota una y otra vez. ¿Podía ser alguna broma cruel? ¿Una ilusión desesperada? ¿O una advertencia? Lo que no esperaba era que, poco después, recibiría una llamada de la compañía de su tarjeta de crédito: habían detectado un cargo reciente realizado con la tarjeta virtual vinculada a la cuenta de Monica.

“¿Cómo puede ser?”, murmuró, mirando el cajón donde aún conservaba la tarjeta física como recuerdo.


Ese sábado, los niños querían ir a la playa, y Georgia los llevó. Su amiga Ella también se uniría para ayudarla. El mar brillaba, la brisa era suave, y las risas de Andy y Peter llenaban el aire. Era la primera vez en mucho tiempo que Georgia los veía tan alegres.

Ella le mostraba la carta cuando Andy, emocionado, gritó:
“¡Abuela, mira!”
“¡Son mamá y papá!” — agregó Peter, señalando hacia una cafetería cercana.

El corazón de Georgia se detuvo.

Sentada a solo unos metros, estaba una mujer con los mismos gestos, la misma forma de arreglarse el cabello, y la misma mirada de Monica. A su lado, un hombre con la misma cojera que Stephan y una risa que le resultaba demasiado familiar.

“No puede ser…”

Con el corazón latiendo desbocado, Georgia pidió a Ella que cuidara de los niños. Luego, sin ser vista, comenzó a seguir discretamente a la pareja mientras se alejaban por un sendero de arena.

Los vio entrar en una pequeña casa cubierta de enredaderas. Sin pensarlo, Georgia llamó a la policía.


Reuniendo valor, se acercó y tocó el timbre. La puerta se abrió… y allí estaba Monica.

“¿Mamá? ¿Cómo… cómo nos encontraste?”

Stephan apareció detrás de ella justo cuando las sirenas policiales se acercaban.

“¿Cómo pudieron hacer esto?” — dijo Georgia, con la voz quebrada. — “¿Cómo pudieron abandonar a sus hijos, fingir su muerte? ¿Tienen idea del dolor que causaron?”

Monica rompió en llanto.
“Lo siento tanto, mamá. Estábamos desesperados. Las deudas, las amenazas… No veíamos salida. Pensamos que era la única forma de proteger a los niños.”

Stephan bajó la cabeza.
“Simulamos el accidente. Cambiamos de nombre. Queríamos empezar de nuevo y que ellos vivieran tranquilos.”


Georgia envió un mensaje a Ella, pidiéndole que trajera a los niños.

Cuando Andy y Peter vieron a sus padres, corrieron hacia ellos con lágrimas de alegría.
“¡Sabíamos que volverían!” — gritaron abrazándolos con fuerza.

Monica los sostuvo como si nunca más quisiera soltarlos.
“Mis amores… los he echado tanto de menos. Perdónenme.”

Pero el momento fue breve. La policía intervino y se llevó a Monica y Stephan para interrogarlos.

“Han cometido varios delitos,” dijo uno de los oficiales. — “Lamentablemente, esto no puede quedar así.”

Georgia abrazó a los niños, que no entendían por qué sus padres volvían a alejarse.
“¿Y ahora qué les digo?” — pensó. — “¿Cómo se explica algo así a un niño?”


Esa noche, sentada sola en la sala, miró la carta sobre la mesa.
“En realidad no se han ido.”

Era cierto. Monica y Stephan no estaban muertos. Simplemente, habían elegido irse.

Y de alguna forma… eso dolía incluso más.

“No sé si hice lo correcto al llamar a la policía,” murmuró. — “Pero haré lo que sea para proteger a mis nietos.”

¿Y tú? ¿Qué habrías hecho en mi lugar? ¿Llamarías a la policía o guardarías el secreto?


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