Historias

Mi esposo infiel me hizo cederle mi empresa, sin saber que era parte de mi plan de venganza

En nuestro quinto aniversario de bodas, descubrí que mi esposo me engañaba… con mi asistente. Más tarde, durante el divorcio, me obligó a firmar la transferencia de mi empresa a su nombre — y lo hice sin protestar. Él pensó que había ganado. Lo que no sabía… era que todo formaba parte de mi plan.

—¡Feliz aniversario, amor! —le dije con entusiasmo.
—No puedo creer que ya hayan pasado cinco años.
—El tiempo vuela cuando estás construyendo un imperio.
—Pensé que podríamos cerrar la oficina temprano hoy. Celebrar bien esta noche.
—No puedo —dijo, mirando su reloj—. Tengo una reunión importante. ¿Tal vez el fin de semana?
—Claro. Este fin de semana —respondí—. Iré más tarde a la oficina, quiero terminar unos cupcakes.

Mi celular vibró. Era un mensaje de Megan, mi asistente:
“Llegaré tarde. Tráfico. ¡Perdón!”
“Sin problema. Tómate tu tiempo,” contesté.

Aun así, decidí sorprender a Ethan con café y pasteles. Pensé que podría robarle cinco minutos para celebrar nuestro día.

Pero no imaginaba que la sorprendida iba a ser yo.

Cuando llegué, la oficina estaba casi vacía. Tomé el café y caminé hacia la oficina de Ethan. Entonces lo escuché… una risa femenina. Suave. Familiar.

Me acerqué en silencio. Las persianas estaban entreabiertas. Vi todo.

No me vieron.

Me fui del edificio, entré al auto, y lloré en silencio por casi una hora. Luego tomé el celular y marqué:

—¿Jack? Soy Chloe. ¿Aún te dedicas al derecho de familia?
—Sí. ¿Estás bien?
—No. Pero lo estaré. Necesito un abogado de divorcio y una estrategia de negocios. ¿Nos vemos hoy?
—En una hora, en mi oficina.
—Perfecto. Gracias, Jack.

—Hora de comenzar —murmuré.


Una semana después

—¿Quiere quedarse con toda la empresa? —preguntó Jack sorprendido.
—Pidió aparecer como copropietario hace dos años, cuando lancé Wildflower.
—Pero tú construiste Wildflower desde cero.
—Lo sé. Pero accedí por “relaciones con inversionistas”. Ahora todo está a su nombre.

—¿Y qué planeas hacer? —preguntó Jack.
—Darle exactamente lo que quiere —dije, entregándole una carpeta.

La abrió y vio los papeles de una nueva empresa, registrada a mi nombre.

—¿Ya tenías todo esto preparado?
—Tenía un presentimiento desde hace meses. Cenas con clientes, mensajes que ocultaba… Solo necesitaba confirmar. Y lo confirmé en nuestro aniversario.

—Él no tiene idea de con quién se metió, ¿cierto?
—No. Pero está por descubrirlo.


Esa noche

Puse un sobre en la cocina.

—Estos son los papeles del divorcio. Ya firmé mi parte. Sé lo de tú y Megan.

—¿Desde cuándo lo sabes?
—Desde hace tiempo. Los vi en tu oficina.
—¿Y vas a terminar todo por un error?
—No fue un error. Fueron cinco años de errores.

—¿Quieres quedarte con Wildflower?
—Es tanto mío como tuyo. O más, considerando que yo le di vida.

—¿Y esto? —preguntó.

—Transferencia total de propiedad. Para ti. Ya está lista. Pensé que era lo que querías.

—Esperaba una pelea.
—¿Para qué? Está claro dónde están tus prioridades.

—¿Esto es por Megan?
—Esto es por ti. Por lo que creamos y tú destruiste.

—No suena a ti.
—No estoy rindiéndome. Estoy avanzando. Hay una diferencia.


La firma

Una semana después firmamos en la oficina de Jack.

—Todo parece en orden —dijo su abogada—. Aunque debo decir que este acuerdo favorece mucho a mi cliente.

—Sin resentimientos —dijo Ethan—. Cuidaré bien de Wildflower.

—Estoy segura —dije. Antes de irme, le entregué una caja con un lazo.
—Un regalo de despedida.

Más tarde, la abriría y encontraría una nota:
“Esto es lo único que realmente mereciste de nuestro matrimonio. Disfrútalo.”


Tres meses después

Mi nueva empresa iba en ascenso. El equipo me siguió. Los clientes también. ¿Y Wildflower? Se caía a pedazos.

—¿Te enteraste? —me dijo Lisa, mi gerente.
—Fallaron otra entrega. Y escuché que el IRS los visitó esta mañana.

Jack me confirmó por mensaje:
“Congelaron las cuentas. Deudas de impuestos. Ethan está en pánico.”

—¿Y Megan? —pregunté.
—Fue a pedir trabajo a la oficina de Jack —dijo riendo.

—Qué tragedia —respondí con sarcasmo.


Seis meses después

Me crucé con Ethan en una cafetería.

—Chloe —dijo con una sonrisa forzada.
—¿Cómo estás?
—He estado mejor. El negocio… se fue. Bancarrota.

—Escuché.

—¿Lo sabías? ¿Lo de los impuestos?
—Te lo advertí por años. Nunca escuchaste.

—¿Fue venganza? ¿Por Megan?
—Fue consecuencia. Por tomar crédito por lo que no hiciste.

—Has cambiado.
—No. Siempre fui así. Solo que nunca te importó verlo.

Me alejé, ligera. No por su fracaso, sino por haber dejado de achicarme para alimentar su ego.

—¿Era él? —preguntó Lisa.
—Historia antigua —respondí—. Vamos. Tenemos un futuro por construir.

Artigos relacionados