Mi Casero Robó Nuestro Árbol de Navidad — Y Mi Venganza Fue Inolvidable

Suzana, madre soltera, había estado ahorrando durante todo el año para regalarles a sus hijos, Ethan y Jake, una Navidad mágica. Finalmente compró el árbol perfecto, lo decoraron con adornos hechos a mano y sus hijos estaban llenos de ilusión. Pero esa alegría no duró mucho.
En la víspera de Navidad, el malhumorado casero, el señor Bryant, apareció “recordándole” el pago del alquiler, aunque todavía no estaba vencido. Mientras estaba en el jardín, su mirada se posó en el árbol de Navidad.
—Ese árbol tiene que irse —ladró—. Es un peligro de incendio.
—¿Qué? Está perfectamente seguro —protestó Suzana.
—El camión vendrá a recogerlo en una hora —sentenció, sin darle oportunidad de responder.
Y así, en cuestión de minutos, se llevaron su árbol. Sus hijos lloraron hasta quedarse dormidos, destrozados. Suzana se sintió impotente… hasta la mañana siguiente.
Mientras conducía cerca de la casa del señor Bryant, pisó los frenos. Allí, en su jardín, estaba su árbol, con los adornos hechos por sus hijos: el copo de nieve de Ethan, el cohete de limpiapipas de Jake. Él le había añadido una estrella dorada barata y un cartel que decía: “¡Feliz Navidad de parte de los Bryant!”
Temblando de rabia, Suzana llamó a su mejor amiga, Jessie.
—No robó solo un árbol —dijo con la voz entrecortada—. ¡Robó la Navidad de mis hijos!
—Ese imbécil arrogante —respondió Jessie—. ¿Qué vamos a hacer?
—Lo que hicimos en quinto grado cuando Jonathan me robó el dinero del almuerzo —respondió Suzana con una sonrisa—. Vengarnos. Pero esta vez, con brillantina.
Esa noche, a medianoche, vestidas de negro y con bolsas llenas de materiales de manualidades, se colaron en el jardín del señor Bryant. Con cuidado, retiraron los adornos hechos por los niños y reemplazaron sus decoraciones con un enorme mensaje de cinta plateada alrededor del árbol que decía:
“PROPIEDAD DE SUZANA, ETHAN Y JAKE”
—¡Espera! —susurró Jessie sacando un aerosol de brillantina—. ¿Rojo o plateado?
—Ambos —respondió Suzana—. Después de todo, es Navidad.
A la mañana siguiente, Suzana estacionó cerca con dos cafés y una vista clara de la casa. A las 8:15 a.m., el señor Bryant salió por la puerta.
—¡¿Qué diablos?! —gritó al ver el árbol cubierto de brillantina y el cartel.
—¿Todo bien, señor Bryant? —preguntó la señora Adams, su vecina, que paseaba a su perrita.
—¡Vandalizaron mi árbol! —respondió él, furioso.
La señora Adams entrecerró los ojos. —¿Ese no es el cohete de Jake? ¿Y el copo de nieve de Ethan? ¿Usted… robó ese árbol?
—¡No, no! ¡Solo lo moví por seguridad!
—Robar el árbol de Navidad de una madre soltera en Nochebuena… Qué vergüenza, señor Bryant. ¿Qué pensaría su madre?
Al mediodía, las fotos del árbol y del casero estaban por toda la red. Los titulares decían: “Cuando el Grinch conoce al karma” y “Por qué NO debes robar la Navidad.”
Al atardecer, el timbre sonó. Era el señor Bryant, con el árbol arrastrando tras de él y los zapatos cubiertos de brillantina.
—Aquí tiene su árbol —murmuró, sin mirarla a los ojos.
—Gracias. Los niños estarán encantados —respondió Suzana con una sonrisa.
—El alquiler sigue siendo para el primero —agregó él.
—Por supuesto. Ah, y señor Bryant… le sugiero que limpie bien el césped. Dicen que la brillantina dura hasta primavera.
Una hora después, otro golpe en la puerta. Era la señora Adams con varios vecinos, cargando un árbol nuevo, galletas y adornos.
—Este es para dentro de la casa —dijo abrazándola—. Ningún niño debería llorar en Navidad. Y el señor Bryant… debería avergonzarse.
Los vecinos ayudaron a montar ambos árboles. Ethan y Jake, felices, colgaban los adornos nuevos junto a los que recuperaron.
—¡Mamá! —gritó Jake—. ¡Ahora tenemos dos árboles preciosos!
—¡Es la mejor Navidad de todas! —añadió Ethan.
Y su hogar se llenó de amor, risas y espíritu navideño.
¿Y el señor Bryant? Nunca más volvió a molestar.
Porque el karma, sin duda… es el mejor regalo de todos.