ME QUEDÉ DORMIDA EN EL ASIENTO TRASERO DE UN TAXI EN NOCHEBUENA — CUANDO DESPERTÉ, ESTABA EN EL GARAJE DE UNA CASA DESCONOCIDA

La Nochebuena siempre había sido un día difícil para mí. Cargaba con un peso que nunca logré entender del todo. Cuando subí al asiento trasero del taxi esa noche, todo a mi alrededor se volvió borroso. Exhausta, me dejé llevar por el sueño.
Acababa de salir de mi turno en el hospital como enfermera. Estaba completamente agotada. Mi novio Jeremy me había llamado antes para decirme que ya había pedido un taxi para mí y que me esperaba en casa para celebrar juntos la Navidad.
Un taxi amarillo se detuvo. El conductor sonrió y dijo:
— “¿Megan?”
Asentí, apenas capaz de mantener los ojos abiertos después de dos turnos nocturnos seguidos. Subí al coche y, en cuanto me senté, me dormí.
Cuando abrí los ojos, todo estaba completamente oscuro. Seguía en el asiento trasero, pero el conductor ya no estaba y el coche estaba estacionado en un garaje desconocido. El pánico me invadió. Busqué mi teléfono en la bolsa — no estaba.
Bajé del coche, palpando a mi alrededor en la oscuridad, intentando entender dónde me encontraba. Entonces oí una puerta abrirse con un chirrido.
— “¿Quién eres?”, pregunté con la voz temblorosa.
Un hombre entró mientras la puerta se abría más.
— “¿Megan Price, verdad?”
— “¿Cómo sabes mi nombre?”
Él miró el taxi, luego me miró a mí.
— “No estás en peligro. Necesito que vengas conmigo. Hay algo que debes saber.”
— “La verdad”, añadió, “yo no estaba de acuerdo con asustarte así. Todo fue idea de tu novio.”
Sus palabras me sacudieron por dentro.
— “¿Qué quieres decir con que fue idea de Jeremy? ¿Quién eres tú?”
— “Sé que esto es demasiado. Pero no teníamos otra opción.”
Hubo un silencio. Luego, con la voz quebrada por la emoción, dijo:
— “Soy… tu padre.”
La palabra padre me golpeó como un cristal roto. Durante años había imaginado a mis padres como sombras lejanas. Y ahora un hombre real estaba frente a mí, afirmando que era parte de mí.
Jeremy dio un paso adelante con un sobre arrugado en la mano.
— “Megan, sé que es difícil de creer. Pero aquí está — es una prueba de ADN. Quería estar seguro antes de hacer todo esto.”
— “¿Cómo… cómo lo lograste? ¿Cómo lo encontraste?”
Jeremy suspiró, mirándolo a él y luego a mí.
— “Sé que nunca hablaste de buscar a tu familia. Pero yo empecé a buscar. Hace dos años. En silencio. Por si algún día te importaba. Contraté detectives privados, seguí todas las pistas hasta que encontramos algo.”
El hombre — mi supuesto padre — parecía tan abrumado como yo.
— “No fue fácil”, continuó Jeremy. “Tu madre nunca le contó que estaba embarazada. Él no sabía que tú existías.”
La verdad dolía. Mi madre me había dejado en un orfanato — y jamás le dijo nada a mi padre.
— “Ella murió hace unos años”, agregó Jeremy con suavidad. “Pero encontré a su hermana. Después de varias charlas, mencionó a alguien que podría ser tu padre. Entonces lo contacté.”
— “¿Y él simplemente… lo aceptó?”, pregunté.
Jeremy asintió.
— “Estaba en shock, claro. Aceptó venir solo cuando le hablé de ti. Pero necesitaba pruebas. Así que… tomé unos cabellos tuyos de tu cepillo.”
— “No sabía de ti, Megan”, dijo el hombre —mi padre— con voz quebrada. “No supe que existías hasta hace poco. Al principio no lo creía. Pero ahora, al verte…”
— “Tú no estabas”, murmuré con un dejo de amargura. “Crecí sin ti. Sin nadie.”
— “No sé si podré compensar eso alguna vez”, dijo él con voz sincera. “Pero si me dejas, me gustaría estar aquí ahora.”
El silencio volvió, cargado con los años perdidos y la incertidumbre del futuro. No sabía si quería abrirle un espacio en mi vida. No sabía si podía.
Pero la mano de Jeremy apretó la mía, recordándome que quizás… no tenía que hacerlo sola.
— “No sé si puedo llamarte papá todavía”, susurré. “Pero… creo que me gustaría conocerte.”
Su rostro se suavizó. Una lágrima rodó por su mejilla mientras esbozaba una pequeña sonrisa.
— “Es todo lo que puedo pedir, Megan. Gracias”, dijo, con la voz temblando de gratitud.
Y mientras las luces del árbol de Navidad brillaban escaleras arriba, me permití dar un paso hacia algo que jamás imaginé tener: un padre. Y quizás, solo quizás… una nueva familia.