Me Dejó Porque No Le Di un Hijo — Años Después, Apenas Lo Reconocí

Cuando Ana se casó con Mateo, creyó de corazón que tendría un matrimonio largo y feliz. Él era cariñoso, atento y siempre decía cuánto la amaba. Tuvieron dos hijas hermosas, y Ana sentía que su familia crecía de la mejor manera. Pero Mateo tenía una expectativa muy clara: quería un hijo varón.
Intentaron una y otra vez. En total, tuvieron cinco hijas. Después del nacimiento de la quinta, Mateo cambió por completo.
Se volvió frío, distante y amargado. Poco después, pidió el divorcio — pero siguió viviendo en la misma casa, actuando como si fuera soltero. Ignoraba a sus hijas, no ayudaba en nada, y trataba a Ana como si no existiera. La gota que colmó el vaso fue cuando llevó a otra mujer a su casa.
Fue entonces cuando Ana decidió irse.
Empacó sus cosas, tomó a sus hijas y llamó a Harry — un viejo amigo de la escuela que siempre había sido amable con ella. Empezaron a hablar con más frecuencia, y con su ayuda, Ana se mudó con las niñas.
Con el paso de los meses, la vida de Ana cambió. Con el apoyo de Harry, luchó por la custodia total de sus hijas y por la casa. El juez falló a su favor, citando el estilo de vida irresponsable de Mateo, y le concedió todo lo que pidió — incluyendo la custodia completa.
Con el tiempo, Ana y Harry se enamoraron. Se casaron y, un año después, nació Alan, su primer hijo varón. Era adorado por sus cinco hermanas mayores, y Ana finalmente sintió que su vida estaba completa y en paz.
Pasaron los años.
Un día, Ana fue a recoger a Alan del jardín de infancia y pasó por el centro comercial para comprarle zapatos nuevos. Mientras caminaban, vio a un hombre repartiendo muestras de pretzels en un pequeño puesto. Cuando Alan corrió hacia él, Ana se detuvo en seco.
Era Mateo.
Ya no se parecía en nada al hombre exitoso que fue alguna vez. Vestido con un uniforme simple, lucía cansado y derrotado.
— ¿Ana? — dijo él, sorprendido.
— ¿Mateo? ¿Qué haces aquí?
— Estoy trabajando… Perdí todo por la vida que llevé. ¿Es tu hijo?
— Sí. Él es Alan. Es hijo de Harry.
Mateo bajó la mirada, claramente avergonzado.
— No quería pedírtelo así, pero… estoy desesperado. Me preguntaba si considerarías vender nuestra antigua casa. Necesito dinero.
Ana se quedó en silencio un momento.
— Actualmente está alquilada, pero… lo pensaré. Tenemos que irnos. Te llamaré.
Se alejó con serenidad, dejando atrás al hombre que había despreciado a su propia familia. Aunque legalmente podía quedarse con el valor total de la casa, Ana decidió venderla y darle a Mateo la mitad. No por él, sino porque quería hacer lo correcto.
Con el tiempo, Mateo intentó reconectarse con las niñas, pero ninguna quiso verlo. Las gemelas, ya adolescentes, lo despreciaban profundamente. Las demás siguieron su ejemplo. Después de un tiempo, dejó de llamar.
Nunca lo volvieron a ver.
Para Ana y sus hijas, él ya no era parte de la familia.