Historias

La redención de un corazón tardío

Un día cualquiera en la estación de ambulancias, Olga y su colega Igor recibieron una llamada urgente: un niño de cinco años con fiebre alta, inconsciente, posible paro cardíaco. La dirección los sorprendió: una mansión en una zona exclusiva, donde las familias suelen recurrir a clínicas privadas.

Al llegar, Olga se quedó paralizada. El hombre que abrió la puerta era su exmarido, Andrey, visiblemente envejecido y desesperado.

¡Olga Mikhailovna, por favor! ¡Salva a mi hijo! —suplicó, aferrándose a ella.

Los recuerdos la invadieron. Años atrás, Olga había conocido a Andrey cuando comenzó como médica de emergencias. Él era el jefe del departamento, admirado, fuerte y seguro. Aunque tenía fama de mujeriego, con Olga fue distinto: la trató con cuidado y ternura. Se enamoraron, se casaron, y junto con la madre de él, Irina, fundaron una clínica.

Pero con los años, la carga laboral, la falta de hijos y la distancia emocional los separaron. Olga se volcó en su vocación, mientras Andrey se encargaba de la administración. Tras la repentina muerte de Irina, Olga descubrió la verdad: Andrey la engañaba con Vika, la joven secretaria de la clínica, quien además estaba embarazada.

La traición la devastó. Perdió al marido, la casa, la clínica… todo. Se divorció en silencio y tuvo que empezar desde cero.

Volvió a sus orígenes: el servicio de urgencias. Con el tiempo, conoció a Igor, un enfermero noble y dedicado. Su relación creció poco a poco, basada en el respeto y el apoyo mutuo. Se casaron, y Olga encontró la paz y la felicidad nuevamente.

Años después, el destino la llevó de nuevo a la puerta de Andrey. Su hijo, Petya, estaba gravemente enfermo. Tras estabilizar al niño, Andrey detuvo a Olga antes de que se marchara.

Quiero darte las gracias, —dijo, entregándole un papel doblado.

Olga dudó, pero algo dentro de ella la impulsó a leerlo.

Era un documento legal: Andrey le transfería parte de los ingresos actuales y futuros de la clínica.

Sé que te hice mucho daño, —admitió con voz baja. Pero quiero compensarte, aunque sea un poco.

Olga lo miró, sintiendo emociones encontradas.

¿Y qué te impidió hacerlo antes? —preguntó.

Un infarto… momentos difíciles… y la culpa, que ya no puedo cargar.

Esa noche, Olga se lo contó todo a Igor. Él la apoyó sin dudar:

Si tú crees que es lo correcto, confío en ti. Pero si vuelve a herirte, intervendré.

A la mañana siguiente, Olga se subió al auto de Andrey. Él le explicó que se había separado de Vika, quien lo había manipulado por dinero. Lo único que realmente le importaba era su hijo Petya.

Cuídalo bien, dijo Olga. Y no dejes que nadie más se suba a tu motocicleta como si nada.

Antes entendías mejor el humor, respondió él, esbozando una leve sonrisa.

Finalmente, se firmó la transferencia. Las deudas fueron saldadas con el tiempo y la relación entre ellos se volvió más respetuosa. Igor acompañó a Olga en algunas reuniones, siempre como su apoyo firme.

Olga ya había sanado hace mucho. Pero ahora, también tenía cierre. El pasado ya no dolía; simplemente era parte de la historia de la mujer fuerte y compasiva en la que se había convertido.

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