Hijo Envía a su Madre al Asilo en un Taxi — Años Después, Descubre que Toda la Herencia Fue para el Taxista.

Javier estaba cansado de cuidar a su madre, Annabel. Cada vez requería más atención, y él solo pensaba en su propia vida: quería pedirle matrimonio a su novia y quedarse con la casa donde vivía con su madre… sin la molestia de tener que atenderla.
Un día, tras un accidente doméstico en el que Annabel derramó una taza de té caliente, Javier explotó.
— ¡Ya no puedo más contigo, mamá! ¡Tengo demasiadas cosas encima! — gritó.
Annabel, con el corazón encogido, pidió disculpas:
— Lo siento, hijo. Se me resbaló la taza. Limpiaré todo, no te preocupes.
Pero Javier no cedió. Dijo que ella necesitaba cuidados y que sería mejor que viviera en un hogar de ancianos.

— ¿Eso es lo que quieres? — preguntó Annabel, con tristeza.
— ¡Sí! — gritó él, antes de salir de la habitación.
Al día siguiente, le entregó un volante con la dirección del lugar.
— Aquí vas a vivir. No puedo llevarte porque tengo trabajo. Llamé a un taxi para que te lleve.
— Está bien, hijo… Pero, ¿me vas a visitar? ¿Vendrás seguido?
Javier se encogió de hombros.
— Haré lo posible. Estoy muy ocupado, pero tal vez encuentre un tiempo…
El taxi llegó. El conductor, Tomás, se presentó amablemente y ayudó a Annabel con su maleta.
— Buenos días, señora. Déjeme llevar eso por usted.
— Gracias, hijo. Qué amable. Tu madre debe estar orgullosa de ti.
— Trato a mis pasajeros mayores como me hubiera gustado tratar a mi madre — respondió Tomás, con sinceridad.
Annabel se conmovió. Su propio hijo no mostraba ni una pizca de esa sensibilidad.
Javier, desde la puerta, vio a su madre subir al auto. Sintió un leve remordimiento… pero su egoísmo pesó más.
Durante el trayecto, Annabel le mostró a Tomás el volante del asilo. Él reconoció la dirección.
— Ah… ese lugar. Allí estuvo mi madre. Es lo único de lo que me arrepiento en la vida: haberla enviado a un asilo. No me lo perdono.
Annabel suspiró. Sabía que su hijo no sentiría lo mismo.
— Tomás… ¿te molestaría si hacemos un desvío y vamos al centro?
— Podríamos quedar atrapados en el tráfico — dudó él.
— No tengo prisa. Mi hijo me echó y esta puede ser mi última oportunidad de sentirme libre — dijo, con tristeza.
Tomás aceptó. Pasaron por lugares importantes de la vida de Annabel: su antiguo trabajo, la primera casa con su esposo, la iglesia donde se casó, hasta el salón de baile de su juventud.
— Ese depósito al final de la calle solía ser una pista de baile. Me encantaba bailar allí…
Después de una hora, Annabel suspiró.
— Supongo que ya está bien. Podemos irnos.
Al llegar al asilo, dos cuidadoras la recibieron con preocupación por el retraso. Tomás le entregó la maleta a una de ellas. Annabel lo miró con ternura.
— Gracias por esta tarde, Tomás. Fue uno de los mejores momentos que he tenido en mucho tiempo. ¿Cuánto te debo?
— Nada, señora. No se preocupe. Yo también la pasé bien.
Annabel insistió, pero él se negó.
— Cuídese mucho, por favor.
La abrazó, y ella lo sostuvo con fuerza.
— Gracias, hijo. Gracias por regalarme esos últimos momentos de alegría.
Tomás la vio entrar… y cuando se cerró la puerta, sintió como si algo profundo también se cerrara dentro de él.
Esa noche no pudo dormir. Al día siguiente, volvió al asilo y pidió ver a Annabel. Le explicó al personal que quería hacerse cargo de ella y la invitó a vivir con él.
Annabel aceptó, agradecida. Tomás la cuidó como siempre había querido cuidar a su propia madre. Se convirtieron en una familia, compartiendo los días con cariño y respeto.
Tiempo después, Annabel enfermó. Antes de partir, llamó a su abogado y cambió su testamento. Dejó todos sus bienes, incluida la casa, a nombre de Tomás. Javier fue excluido por completo.
Meses más tarde, Annabel falleció. Javier recibió una llamada del abogado. Sorprendido, escuchó que la herencia iría toda para Tomás.
Furioso y lleno de envidia, se dio cuenta de su error. Al despreciar a su madre, perdió todo: el cariño, la casa y la herencia.
Lecciones de esta historia:
- La familia es el mayor tesoro. Tomás no pudo corregir su error con su propia madre, pero tuvo una segunda oportunidad con Annabel — y la aprovechó.
- Nuestros padres merecen respeto. No todos pueden cuidarlos, pero todos pueden honrarlos. Javier solo pensó en sí mismo y lo perdió todo por su egoísmo.
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