Historias

Ella se acercó a los policías con su heladito.

— y entregó una nota de su madre

Era una tarde sofocante, con más de 30 grados, y el vecindario estaba de fiesta. Música en vivo, camiones de comida, niños corriendo, padres conversando y un castillo inflable que casi colapsaba del uso. En medio del bullicio, yo estaba en la mesa de atención comunitaria junto al oficial Ramírez. Nuestra función era simple: garantizar la seguridad sin romper el ambiente alegre del evento.

Fue entonces cuando vimos a una niña acercarse directamente a nosotros. No debía tener más de cuatro años. Llevaba en una mano uno de esos heladitos casi derretidos — azul, probablemente de frambuesa — y en la otra, una nota doblada. Llegó en silencio, nos echó un vistazo rápido, parpadeó una vez y me entregó el papel.

Ramírez se rió en voz baja, pensando que era un dibujo infantil o quizás una tarjeta de agradecimiento.

Pero todo cambió en cuanto abrí la nota.

No era de ella.

Era de su madre.

La caligrafía era apresurada, temblorosa, pero legible. Decía que ya no podía cuidar de su hija. Que no tenía comida, ni cómo mantenerla segura. Escribía que la fiesta del barrio era el último lugar donde podía dejarla sin que inmediatamente intervinieran los servicios sociales. Y, al final, decía que esperaba que alguien con uniforme supiera hacer lo correcto.

Levanté la vista y miré a mi alrededor, buscando alguna figura que estuviera observando de lejos. Nadie destacaba. La niña solo seguía allí, lamiendo su heladito con calma, sin decir una palabra.

Ramírez señaló discretamente el final de la nota. Y ahí estaba lo que me hizo un nudo en el estómago:

“Se llama Lila. Le gustan los panqueques y los dinosaurios.”

A partir de ese momento, todo cambió.

Me agaché a la altura de Lila y le pregunté con dulzura:

— Hola, mi amor. ¿Sabes por qué tu mamá te trajo hasta aquí?

Ella negó con la cabeza, todavía con los deditos manchados de azul.

Mientras Ramírez llamaba a la central, yo me quedé con ella. Le limpié las manos con una servilleta y le ofrecí una silla. Con cuidado, se subió y se sentó a mi lado, sujetando el heladito como si fuera su mayor tesoro.

— ¿Te gustan los dinosaurios? ¿Cuál es tu favorito?

— T-Rex — respondió en voz baja, pero firme. — Es fuerte.

— Lo es. El más fuerte de todos.

Unos minutos después llegó una trabajadora social. Lila sería llevada a un hogar temporal, acogida por una familia del vecindario con experiencia en casos de emergencia. Mientras tanto, comenzamos la búsqueda de su madre.

Nadie en la fiesta conocía a Lila. Revisamos albergues, hospitales, ONGs — pero nada. Parecía que la mujer había desaparecido. Hasta que, casi tres semanas después, Ramírez entró a la comisaría con los ojos brillando.

— ¡La encontré!

La madre de Lila, Marisol, vivía en su coche, evitando lugares fijos para no ser localizada. Después de dejar a su hija con nosotros, intentó iniciar un tratamiento por depresión y ansiedad, pero no logró ser atendida. De verdad creía que nosotros podríamos ofrecerle a su hija una vida mejor.

Marisol contó cómo racionaba la comida, cómo su familia, que vivía en otro estado, se negó a ayudarla y cómo lo perdió todo durante la pandemia. Lloraba al decir:

— Solo quería que ella estuviera bien. Aunque no fuera conmigo.

Los servicios sociales le propusieron una alternativa a la pérdida definitiva de la custodia: vivienda asistida, apoyo psicológico, formación profesional y, durante ese tiempo, visitas regulares con su hija. Si todo salía bien, podrían reunirse.

Y Marisol no falló. Con mucho esfuerzo, consiguió trabajo como camarera, asistió a terapia y cumplió cada etapa del programa. Los fines de semana, Lila la visitaba. El vínculo entre ambas volvió a florecer.

Un año después, recibí una invitación para el cumpleaños número cinco de Lila. En cuanto llegué, corrió hacia mí y me abrazó fuerte:

— ¡Tú me salvaste! — gritó, sosteniendo un globo de T-Rex.

— No, pequeña. Quien te salvó fue tu mamá. Ella es la verdadera heroína.

Del otro lado de la sala, Marisol sonreía, sosteniendo un plato de panqueques con confites en forma de dinosaurios. Por primera vez desde que la conocí, se la veía en paz.

La vida a veces empuja a personas buenas a situaciones desesperadas. Pero aprendí algo muy valioso con todo esto:

El amor no exige perfección. Exige presencia, persistencia y coraje para pedir ayuda.

Y cuando alguien extiende la mano — aunque sea con una nota escrita a toda prisa — siempre hay esperanza. ❤️


Préstamos Personales

Los préstamos personales pueden ser una solución en momentos de urgencia, para saldar deudas con intereses altos o realizar proyectos importantes. Sin embargo, contratar un préstamo sin planificación puede empeorar la situación financiera. Es fundamental evaluar la verdadera necesidad, comparar tasas entre instituciones, entender el costo financiero total (CFT) y verificar si las cuotas se ajustan al presupuesto. Evita tomar préstamos para consumo inmediato o para pagar otras deudas sin un plan de reestructuración. La conciencia y la organización son los primeros pasos para usar el crédito de forma inteligente.

Artigos relacionados