Historias

El perro que unió y dividió una amistad.

Hace poco más de un año, adopté a la perrita de mi amiga April, llamada Lucy, cuando ella se mudó con su novio, quien no aceptaba tener mascotas. En ese momento, April me dijo que, como no podía quedarse con Lucy en su nueva casa, me la confiaría a mí. “Confío en ti con Lucy. Sé que estará bien contigo”, me dijo, entregándome todos los derechos sobre la perrita.

Desde ese instante, Lucy se convirtió en mi mundo. Fue mi compañera en los días más oscuros, ayudándome a salir de una profunda depresión. Era mi consuelo, mi alegría, mi razón para sonreír cada día.

Con el tiempo, Lucy se adaptó perfectamente a mi rutina. Salíamos juntas a caminar por el parque, jugábamos en el jardín y, por las noches, dormía a mi lado. Lucy no solo me ayudó a superar la depresión, sino que también me enseñó a ser más fuerte y a enfrentar mis miedos. Ella era mi bebé, y yo era su hogar.

Pero todo cambió una tarde de miércoles. April me llamó inesperadamente.

—Hola, ¿cómo estás? —preguntó con una voz vacilante.

—Bien, ¿y tú? —respondí, sin imaginar lo que venía.

—Pues… he estado pensando mucho últimamente —comenzó—. Mi novio ahora está de acuerdo en tener una mascota, y… realmente quiero recuperar a Lucy.

Mi corazón dio un vuelco. —¿Qué? —pregunté, sorprendida—. April, Lucy ya es parte de mi vida. Ha pasado más de un año y ella es feliz conmigo. No puedo devolvértela.

—Pero… es mi perrita. Solo te la dejé porque no podía quedármela en ese momento. Ahora las cosas han cambiado y quiero tenerla de vuelta —insistió con firmeza.

Guardé silencio unos segundos, intentando asimilar sus palabras. Después de todo lo vivido, me pedía que dejara ir a Lucy.

—April, no puedo hacer eso. Lucy está bien aquí. Este es su hogar ahora.

Hubo un largo silencio del otro lado. Luego dijo:

—Sé que estás apegada, pero yo también tengo derecho a tenerla.

Sentí tristeza y frustración. —Tú tomaste la decisión de dármela. Ahora debes respetar que ella encontró un hogar. No es justo ponerla en medio de esto.

Después de esa llamada, comenzaron a llegar mensajes. Eran textos llenos de rabia. Me llamaba egoísta, me acusaba de robarle a su perrita y decía que nunca me perdonaría.

Y luego todo empeoró. Comenzó a contar su versión de la historia a nuestros familiares, tergiversando los hechos. Decía que yo me había negado a devolvérsela y que nunca tuve la intención de regresarla. Algunos familiares me llamaban confundidos. Algunos incluso empezaron a dudar de mí.

El estrés se volvió insoportable. No dormía bien, y mi corazón estaba destrozado. Lucy era mi amiga, mi consuelo, y ahora April quería alejarme de ella.

A pesar de todo, me mantuve firme. No podía permitir que un conflicto destruyera el vínculo que había formado con Lucy.

Semanas después, recibí un mensaje de April:
—¿Podemos hablar? Necesito disculparme.

Me sorprendí —y sentí alivio. Acepté verla al día siguiente. Cuando nos encontramos, April tenía una expresión triste en el rostro. Nos sentamos en una banca del parque mientras Lucy corría feliz a nuestro alrededor.

—Lo siento —comenzó, con una voz suave y arrepentida—. Estaba tan cegada por el deseo de tenerla de vuelta que no vi cuánto te estaba lastimando. No fue justo contigo… ni con Lucy.

Miré a Lucy, que saltaba alegre, y luego miré a April.

—Te entiendo. Sé cuánto la quieres, y no quiero que sientas que te la robé. Pero ella tiene un hogar conmigo ahora. Lo más importante es que sea feliz.

April asintió con lágrimas en los ojos.
—Lo sé. Lo siento mucho. Me costó aceptarlo.

Respiré hondo.
—Está bien, April. Lo importante es que hablamos. Lucy ocupa un lugar especial en mi vida, pero eso no significa que tú no sigas siendo importante para mí.

Nos abrazamos. Y aunque no fue fácil, aprendí algo muy valioso: el amor por una mascota puede ser tan profundo que compartirlo no siempre es sencillo.

Pero también entendí que, a veces, el verdadero amor está en soltar —o al menos, en reconocer lo que es mejor para quienes amamos.

Lucy sigue siendo mi compañera. Y me alegra saber que April y yo logramos encontrar la paz en nuestra amistad. Al final, lo que importa es que Lucy es amada, y que tiene dos corazones que siempre van a estar ahí para ella.

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