El Misterio del Husky y el Llamado del Bosque.

Cuando Maggie y su familia se mudaron a una nueva casa, estaban emocionados por un nuevo comienzo. Su hijo, Ethan, necesitaba un cambio de ambiente y una escuela diferente. Tanto Maggie como su esposo, Kyle, solo deseaban su felicidad. Sin embargo, poco después de instalarse, un extraño visitante comenzó a aparecer en su puerta una y otra vez: un viejo husky de ojos azules penetrantes.
La casa había pertenecido anteriormente a un hombre llamado Christopher, quien había fallecido recientemente. Su hija, Tracy, les vendió la propiedad, mencionando que no podía soportar los recuerdos que guardaba. Nunca mencionó a un perro.

Desde el primer día, el husky comenzó a visitar a la familia. No ladraba ni mostraba agresividad; simplemente se sentaba en el porche y esperaba. Maggie y Ethan empezaron a alimentarlo, suponiendo que pertenecía a algún vecino. Con el tiempo, el niño se encariñó con el animal, quien pronto se convirtió en parte de su rutina diaria.
Una mañana, mientras acariciaba al husky, Ethan notó algo grabado en su collar. El nombre decía “Christopher Jr.”
La familia quedó desconcertada. ¿Podría ser coincidencia? El dueño anterior de la casa también se llamaba Christopher. ¿Sería este su perro? ¿Volvía todos los días porque aún sentía que pertenecía a ese hogar?
Días después, el comportamiento del husky cambió. Ya no solo esperaba en el porche. Comenzó a gemir y a mirar insistentemente hacia el bosque cercano.
—¡Mamá, creo que quiere que lo sigamos! —dijo Ethan, emocionado.
Maggie dudó. Pero la urgencia en la mirada del perro la convenció.
Juntos, siguieron al husky hacia la espesura del bosque, pisando hojas secas y ramas que crujían bajo sus pies. El aire estaba frío y el ambiente, en completo silencio.
Después de veinte minutos de caminata, el husky se detuvo repentinamente. Maggie y Ethan se acercaron para ver qué intentaba mostrarles.
Allí, atrapada en una trampa de cazador, estaba una zorra hembra.
Sus fuerzas se estaban agotando y su cuerpo temblaba de dolor.
—¡Mamá, tenemos que salvarla! —suplicó Ethan, con los ojos llenos de lágrimas.
Maggie reaccionó rápidamente. Con mucho cuidado, liberó la pata herida de la zorra. Kyle, quien había llegado tras recibir la llamada de su esposa, ayudó a cargar al animal y lo llevaron inmediatamente a un veterinario.
El husky nunca se apartó de ellos, como si supiera que esa vida dependía de su ayuda.
La cirugía fue un éxito.
En los días siguientes, la familia acogió a la zorra mientras se recuperaba. Para sorpresa de todos, pronto dio a luz a cuatro crías.
Durante todo ese tiempo, el husky permaneció a su lado, protegiéndola.
Ethan decidió llamarlo CJ, en honor al nombre grabado en su collar.
Con el tiempo, la zorra y sus crías pudieron regresar a la naturaleza. La familia construyó un refugio para ellas en el bosque, y cada fin de semana, Maggie, Ethan y CJ las visitaban, reforzando un vínculo inesperado que el destino había creado.
CJ nunca dejó a la familia.
El perro que alguna vez perteneció a Christopher ahora formaba parte de la historia de Maggie y Ethan, demostrando que algunos lazos nunca se rompen, ni siquiera con el tiempo ni la distancia.