Él llegó el Día del Padre con su nueva novia — y recibió un regalo inesperado de su hija

Después del divorcio, Kyle se volvió un padre ausente. Las llamadas eran cada vez más escasas, las visitas de fin de semana desaparecieron, y la pensión alimenticia dejó de llegar. Nuestra hija Emma, aunque aún pequeña, notaba cada ausencia. “¿Por qué papá ya no llama?”, preguntaba en voz baja. Yo intentaba no hablar mal de él, aunque ni siquiera yo entendía lo que estaba pasando.
Unos días antes del Día del Padre, recibí un mensaje corto:
“Quiero pasar el domingo para ver a Emma.”
Respiré hondo y simplemente respondí:
“Ven a las 15 h.”
Esa noche, hablé con Emma. Estaba sentada en el suelo, armando un rompecabezas.
— Cariño, quizás papá venga el Día del Padre.
Al principio sonrió, pero su expresión pronto se volvió dudosa.
— ¿De verdad vendrá?
— Dijo que quiere verte — respondí con suavidad.
Emma sacó de su mochila una tarjeta inacabada.
— En la escuela nos pidieron hacer una tarjeta para el Día del Padre… pero no sabía cómo terminarla.
Me miró y susurró:
— ¿Puedo hacerla a mi manera?
— Claro — sonreí. — Es tu tarjeta.
Nos sentamos juntas en la mesa de la cocina. La ayudé a recortar corazones, ella coloreó el fondo y escribió cuidadosamente lo que sentía. Cuando leí lo que puso al final, se me llenaron los ojos de lágrimas, pero no dije nada. Era su tarjeta, su verdad.
El domingo, exactamente a las 14:58, vi un coche entrar al patio. Kyle salió elegantemente vestido, con una bolsa de regalo en la mano. A su lado venía Ava — su nueva novia — una mujer bonita y sonriente, con el móvil en la mano como si grabara una alfombra roja.
— Hola — dijo Kyle. — Esta es Ava. Quería conocer a Emma.
— Mucho gusto — respondí amablemente.
Kyle le entregó un regalo a Emma: una botellita con pegatinas de colores.
— Gracias — dijo ella en voz bajita.
— ¿Tienes algo para mí? — preguntó él, sonriente.
— ¡Sí! — dijo Emma con entusiasmo.
Corrió a su cuarto y volvió con la tarjeta. Kyle la abrió sonriente y leyó el frente:
“Feliz Día del Padre”
Pero por dentro decía algo inesperado:
“Gracias, mamá, por estar siempre a mi lado. Eres el papá más cariñoso que tengo.”
La sonrisa de Kyle se desvaneció. Ava bajó la mirada. El silencio se hizo profundo.
Pero Emma explicó con calma, con la claridad de una niña que entiende el amor:
— Hice la tarjeta para mamá. Ella me ayuda con las tareas, cocina cosas ricas y me lleva al colegio. ¿No es eso lo que hace un papá?
Le puse una mano en el hombro a Kyle y le dije con amabilidad:
— Gracias por venir. Emma te estaba esperando. Espero que disfruten su tiempo juntos.
Él asintió en silencio. Se sentó con Emma, hablaron un rato, jugaron un juego de mesa.
Luego se despidió y se fue.
Cuando quedamos solas, Emma me preguntó:
— ¿Lo hice bien?
— Lo hiciste perfecto, mi amor — le dije.
Fuimos a la cocina y horneamos galletas. Salieron seis — tres para cada una. Nos las comimos viendo una película animada en el sofá.
Y pensé: a veces los niños sienten más de lo que imaginamos… y actúan con más sabiduría de la que esperamos.