Historias

Después de 53 Años Juntos, una Pareja de Ancianos se Divorcia — Días Después, Él Ve a su Exesposa en una Cita en un Café

Richard caminaba de regreso a casa con las bolsas de compras cuando algo al otro lado de la calle lo hizo quedarse helado.

Ahí estaba su exesposa, Vanessa, tomada del brazo con un hombre al menos veinte años más joven. Se veían… muy cercanos. Demasiado.

— ¿En serio? ¿Ya está saliendo con alguien? — murmuró Richard, sintiendo una mezcla de celos e incredulidad.

La curiosidad le ganó, y observó cómo la pareja entraba en una cafetería cercana. Dudó por un instante, pero terminó siguiéndolos.

Lo que vio dentro lo llenó de resentimiento: Vanessa y el joven estaban sentados junto a la ventana, sonriendo, con los dedos entrelazados como dos adolescentes enamorados.

Incapaz de contenerse, Richard se acercó a la mesa y golpeó con fuerza, haciendo temblar las tazas de café.

— ¿Pero qué demonios, Vanessa? — estalló. — ¿Mi exesposa de 72 años ya está saliendo con otro? ¡Apenas han pasado unas semanas desde el divorcio! ¿Cuánto tiempo lleva esto?

Vanessa se puso pálida, avergonzada por las miradas del café entero.

El joven se levantó con calma, confundido pero no a la defensiva.

— Mamá… ¿ese es mi papá? — preguntó con voz temblorosa.

Richard parpadeó, sin entender.

— ¿Qué dijiste?

Vanessa respiró hondo. Sabía que ya no podía ocultarlo más.

— Por favor… siéntate, Richard. Hay algo que debí contarles hace mucho tiempo.

Se volvió hacia el joven.

— Simon… él es tu padre.

Richard quedó sin palabras. Vanessa comenzó a explicar.


— Todo comenzó hace 54 años… ¿recuerdas la noche que nos conocimos en el bar? Yo solo tenía diecisiete años…

Era septiembre de 1968. Vanessa y sus amigas habían salido a escondidas, buscando un poco de libertad. Su padre, Alan, era pastor. Nada de alcohol, nada de novios, nada de fiestas.

Pero esa noche, Vanessa estaba en un bar tenue, bebiendo un martini y disfrutando de la rebeldía.

— ¿Estás segura de que tu papá no te vio salir? — bromeó su amiga Carla. — ¡No quiero terminar en clases de Biblia por tu culpa!

Vanessa sonrió y miró su copa.

Entonces apareció un joven alto, seguro de sí mismo, con una sonrisa torcida que le aceleró el corazón.

— Hola, preciosa. Me llamo Richard. ¿Puedo invitarte algo?

La conexión fue inmediata. Bailaron, rieron, y terminaron compartiendo una noche más íntima de lo que ella esperaba.

Semanas después, Vanessa comenzó a sentirse mal. Su madrastra, Rebecca, notó los signos y la enfrentó.

Cuando Vanessa confesó que estaba embarazada de una aventura fugaz, Rebecca se enfureció.

— ¿Cómo pudiste ser tan irresponsable? ¡Tu padre se morirá de la vergüenza! Tienes que arreglar esto antes de que se entere alguien.

Desesperada, Vanessa buscó a su exnovio Dylan, y fingió querer volver. Poco después, anunció su embarazo, dejándole creer que él era el padre.

Dylan se emocionó. Incluso su padre, aunque molesto, aceptó el matrimonio.

A los dieciocho, Vanessa dio a luz. Todo parecía bajo control… hasta que un análisis de sangre reveló la verdad. Dylan no era el padre.

Furioso, irrumpió en la habitación del hospital:

— ¡Mentiste! ¡Ese bebé no es mío!

Abandonada y humillada, Vanessa regresó a casa, donde su padre estalló:

— Me has deshonrado. ¿Cómo esperas que enfrente a mi congregación?

Devastada, Vanessa tomó la decisión más difícil de su vida: entregó al bebé en adopción y se marchó.


— Seis meses después, Richard, nos reencontramos en esa galería de arte — continuó Vanessa.
— Nos volvimos a enamorar y nos casamos. Nunca te conté la verdad. Cuando intenté buscar a nuestro hijo, ya había sido adoptado y llevado al extranjero. Después de eso… no pude tener más hijos.

Richard la miraba sin creerlo.

— ¿Entonces todo este tiempo… Simon era nuestro hijo? ¿Y tú lo ocultaste?

Vanessa, entre lágrimas, asintió.

— Lo hice para protegerte… o al menos eso pensaba. Pero me he arrepentido cada día desde entonces.

Simon habló con suavidad:

— Después de que mi padre adoptivo murió, supe que fui adoptado. Me dejó unos documentos. Rastreé mi historia hasta el orfanato. Así encontré a mamá… hace apenas dos días.

Los ojos de Richard se llenaron de lágrimas.

— Tuve un hijo todo este tiempo… y nunca lo supe.

Miró a ambos, y luego, esbozó una sonrisa.

— Bueno, Simon… tienes 53 años, y yo 75. Creo que ya es hora de que aprendas lo que significa tener un padre.
Y Vanessa… tal vez nosotros también merezcamos una segunda oportunidad.

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