De Traicionada a Renacida: Me Transformé para Superar al Hombre que Me Dijo que Ya No Era Bonita.

Fui traicionada por una chica que tenía la edad de ser mi hija. Según mi ex, eso era normal. Ella era “jovencita, bonita” — y yo, con 38 años y dos hijos, ya no era tan atractiva.
Él fue mi primer hombre. Me sacó de la casa de mis padres cuando tenía apenas 15 años. No conocía nada de la vida. Y cuando me dejó por otra, me sentí completamente perdida, sin rumbo, como si me hubieran arrancado el suelo bajo los pies.
Lo que más me afectó fue la diferencia de edad. Ella tenía solo 19 años. Cuando lo confronté, reclamando mi lugar como esposa, él me miró y me dijo con frialdad:
“Tienes que entenderlo. Ella es joven, linda… tú ya no lo eres tanto.”
Y añadió:
“Después de dos hijos, tu cuerpo cambió.”

Esas palabras me destruyeron. A partir de ese día, empecé a verme como él me describió: fea, sin valor, invisible.
El Fondo
Un día, fui con mi familia a un pesquero. Y allí estaban ellos dos. Se aseguraron de mostrar su “amor” delante de mí: besos, abrazos, caricias. Y ella… hacía de todo para provocarme. Se acomodaba la blusa, me miraba. Tocaba su cintura, me miraba. Se agachaba, se daba vuelta… y me miraba. Como si dijera: “Mira mi cuerpo… y mira el tuyo.”
Cuando llegué a casa, fui directo al baño. Me miré en el espejo y me derrumbé. Lloré tanto… me repetía que lo merecía, que estaba fea, que cualquier hombre me cambiaría por una chica como ella. Caí en una depresión. Dejé de salir, solo trabajaba. Me escondía debajo de camisetas grandes, ropa ancha… solo quería desaparecer.
La Transformación
Un día, mi hermana me invitó a salir. Dije que no. Pero me desahogué con ella. Le conté todo. Y entonces, ella me dijo algo que jamás olvidaré:
“Deja de ser tonta. Sabes que lo que ata a un hombre no es la belleza. Mira, hasta la peor mujer tiene un hombre arrastrado por ella.”
Esa frase quedó dando vueltas en mi cabeza. No salí esa noche, pero me puse a pensar.
Y al poco tiempo me dije:
“¿Y si pruebo? Seducir a un hombre no debe ser tan difícil.”
Tomé una falda vieja y la corté bien corta. Nunca antes había usado algo así, pero quería provocar. Me puse una blusa ajustada, con escote, y salí a caminar por el barrio. Empecé a notar miradas diferentes. Y lo más importante: me sentí viva otra vez.
Tal vez no era por la ropa. Tal vez era porque me sentía más segura. Y cuando una mujer se siente segura, se vuelve aún más hermosa. Pero en ese momento, yo pensaba que era solo por el look. Así que decidí cambiar todo: mi estilo, mi actitud, mi vida.
En esa época, trabajaba como empleada doméstica para un matrimonio que también tenía una cafetería. Un día, les pregunté si podía hacer turnos los fines de semana. Dudaron, porque ya trabajaba mucho entre semana. Pero insistí. Quería mi transformación.
Trabajé así durante tres meses. Con el dinero extra, renové todo mi guardarropa. Dejé atrás la ropa que usaba para esconderme. Empecé a usar prendas más ajustadas, shorts más cortos (no demasiado, pero más que antes). Volví a salir. Volví a sonreír.
El Renacer
Y entonces sucedió: el primer hombre después de mi ex. Estaba en la estación del tren. Me miraba. Y yo, disimuladamente, también lo miraba. Se acercó, me preguntó mi nombre, si estaba casada. Le dije que no. Me dijo que era hermosa. Me pidió el número. Me congelé. Era el primero desde mi ex. Y acepté. Salimos. Y fue increíble.
Desde ahí, me liberé. Si tenía ganas de besar, besaba. Si quería estar con alguien, lo hacía.
Y, claro, eso llegó a oídos de mi ex.
El Regreso del Que Me Dejó
Un día, apareció indignado:
“¿Qué ropa es esa? ¡Eres madre de dos adolescentes!”
También me dijo que ya sabía que yo andaba “besando a cualquiera”.
Le respondí tranquila:
“¿Y a ti qué te importa? Estás con otra. Ni esperaste a que termináramos para estar con ella. ¿Y ahora vienes a juzgarme?”
Y él, con desprecio, soltó:
“Es que se ve feo… mujer que no vale nada.”
Pero, curiosamente, después de eso empezó a buscarme. Me mandaba mensajes, me llamaba, quería volver a verme. Incluso llegó a hacerme una propuesta: ser su amante. Sí. Ahora que está “en una relación seria”, quería que yo fuera “la otra”.
¿Y saben qué es lo más irónico? Cuando era la esposa fiel, la ama de casa, la “santa”, no me valoraba. Pero ahora que, según él, “ya no valgo”, está desesperado detrás de mí.
Y Hoy…
Obviamente, no acepté. Ser amante de nadie no está en mis planes. Sería retroceder.
Hoy estoy bien. Feliz. Estoy en una relación sana, segura de mí, con autoestima y, lo más importante: en paz.