Adoptamos a una niña de 4 años — Un mes después, mi esposa dijo: “Creo que deberíamos devolverla”

Simón y Claire habían luchado durante años para formar la familia con la que tanto soñaban. Tras múltiples intentos fallidos de embarazo, decidieron optar por la adopción. Cuando conocieron a Sophie —una niña de 4 años, con rizos desordenados y unos grandes ojos marrones llenos de vida—, sintieron que finalmente todo había valido la pena.
Desde el primer momento, Sophie los abrazó como si siempre hubieran sido sus padres. Y sin que fuera oficial aún, comenzó a llamarlos “mamá” y “papá”.

Claire estaba emocionada. En la entrevista final, la trabajadora social Karen les preguntó si estaban seguros de su decisión.
— “Sí, es nuestra hija”, respondió Claire, segura.
Karen, sin embargo, les advirtió:
— “La adopción no es solo amor. Es compromiso. Para siempre. Sophie tuvo un inicio difícil, y pondrá a prueba sus límites. ¿Están preparados?”
Ambos respondieron que sí.
Y durante algunas semanas, todo pareció marchar bien.
Hasta que un día, Simón regresó del trabajo y encontró un silencio extraño en casa. Entonces Sophie corrió hacia él, abrazándolo con fuerza.
— “No quiero irme, papá”, dijo con voz temblorosa.
Simón se agachó, confundido.
— “¿Irte a dónde, mi amor?”
— “No quiero irme otra vez. Quiero quedarme contigo y con mamá.”
Una punzada atravesó el pecho de Simón. ¿De dónde había salido eso? Sophie no iba a la escuela todavía, pasaba sus días con Claire o con las abuelas. ¿Quién le había dicho algo así?
— “Tú ya estás en casa, mi cielo. Nadie va a llevarte a ningún lado.”
En ese momento, Claire apareció en el pasillo.
Estaba pálida, los brazos cruzados, la mirada perdida.
— “Tenemos que hablar”, dijo.
Sophie fue enviada a su habitación con una promesa de que todo estaba bien. Pero Simón sintió su corazón acelerado al abrazarla.
Cuando la puerta se cerró, Claire pronunció la frase que lo congeló:
— “Tenemos que devolverla.”
— “¿Qué… qué estás diciendo?”
Claire estalló, hablando de cómo Sophie había desordenado sus cosas, arruinado documentos importantes y, lo peor de todo, manchado su vestido de novia con pintura azul.
— “Entró en la habitación mientras lo tenía en las manos”, dijo Claire, entre lágrimas. “Lo llamó vestido de princesa. Y sin que me diera cuenta, tenía las manos llenas de pintura.”
Simón imaginó a la pequeña, emocionada, queriendo tocar algo hermoso.
Pero Claire no lo vio así.
— “Lo hizo a propósito. Lo arruinó. Quiere separarnos. ¡Es manipuladora!”
— “¿Estás escuchándote?”, respondió Simón, incrédulo. “Tiene 4 años, Claire.”
— “Tú siempre quisiste esto más que yo”, soltó ella.
Y entonces lo dijo:
— “O se va ella, o me voy yo.”
Simón se quedó inmóvil. No esperaba ese ultimátum. ¿Elegir entre su esposa y su hija?
Pero la decisión ya estaba tomada en su corazón.
— “No voy a destruir la vida de esta niña. Es mi hija ahora. Se queda.”
Claire lo miró, atónita.
— “¿Vas a elegir a una desconocida por encima de mí?”
— “No es una desconocida. Es mi hija. Y tú fuiste quien decidió marcharse.”
Claire se fue esa misma noche, dando un portazo.
Tres semanas después
En la sala de mediación, Claire reapareció. Arreglada, calmada, con la voz dulce.
— “Cometí un error. Estaba abrumada. Quiero volver.”
Simón la escuchó en silencio. Recordaba a Sophie llorando noche tras noche tras la partida de Claire. Llamándola. Sintiendo que había hecho algo mal.
— “No fue solo a mí a quien abandonaste, Claire. Fue a ella. Y no voy a permitir que vuelvas a hacerle daño.”
La mediadora intervino:
— “¿Entonces no hay posibilidad de reconciliación?”
— “No”, dijo Simón con firmeza. “Ya no te amo. Mi hija necesita a alguien que la elija todos los días. Y yo ya la elegí.”
Un año después
Sophie aún se asusta con los gritos. Aún duda al llamarlo “papá”. Aún lo busca con desesperación cuando tiene miedo.
Pero ahora, ríe más. Se siente más segura. Está aprendiendo lo que es el amor que no desaparece.
Esa noche, al acostarse, lo miró y preguntó:
— “¿Vas a quedarte para siempre, papá?”
— “Siempre”, respondió él, besando su frente.
Porque por fin, Sophie tenía un hogar.