El Misterio de la Habitación 312-B

Todas las enfermeras que cuidaron a un hombre en coma durante más de tres años comenzaron a quedar embarazadas, una tras otra, dejando al médico supervisor completamente desconcertado.
Pero cuando instaló en secreto una cámara oculta en la habitación del paciente para descubrir lo que realmente ocurría en su ausencia, lo que vio lo hizo llamar a la policía presa del pánico…
Inicio: Los embarazos inexplicables
La primera vez que sucedió, el doctor Ricardo Menezes pensó que era una coincidencia.
Las enfermeras quedaban embarazadas todo el tiempo — los hospitales estaban llenos de vida y de pérdida, y la gente buscaba consuelo donde podía encontrarlo.
Pero cuando la segunda enfermera que cuidaba de Marcos Ribeiro anunció su embarazo — y luego la tercera — Ricardo comenzó a sentir que su mundo racional se desmoronaba.
Marcos llevaba más de tres años en coma.
Era un bombero de 29 años que había caído desde un edificio en llamas mientras intentaba rescatar a un niño en São Paulo.
Desde entonces permanecía inmóvil, conectado a máquinas, en la habitación 312-B del Hospital Santa Helena.
Cada Navidad, su familia enviaba flores.
Las enfermeras comentaban lo tranquilo que parecía, casi sereno.
Pero nadie esperaba nada más que silencio… hasta que el patrón comenzó.
Desarrollo: El miedo y la revelación
Cada una de las enfermeras embarazadas había sido asignada para cuidar de Marcos durante largos turnos nocturnos.
Todas trabajaban de noche.
Y todas juraban no haber tenido ninguna relación fuera del hospital que explicara su embarazo.
Algunas eran casadas, otras solteras — pero todas estaban igualmente confundidas, avergonzadas y aterrorizadas.
Los rumores se propagaron por los pasillos:
algunos hablaban de reacciones hormonales, otros de contaminación química, incluso de fenómenos sobrenaturales.
Pero el doctor Menezes, neurólogo responsable del caso, no encontraba ninguna explicación científica.
Los exámenes mostraban siempre lo mismo:
signos vitales estables, mínima actividad cerebral, ningún movimiento físico.
Cuando la quinta enfermera — Laura Campos — llegó a su consultorio llorando, sosteniendo una prueba positiva y jurando que no había estado con nadie en meses, Ricardo comprendió que algo verdaderamente inexplicable estaba ocurriendo.
Presionado por la dirección del hospital y temiendo un escándalo, decidió actuar.
Una noche de viernes, después de que el último turno terminara, entró solo en la habitación 312-B y colocó discretamente una pequeña cámara escondida dentro de un ventilador, apuntando hacia la cama del paciente.
Luego salió de allí con una sensación helada — como si estuviera a punto de abrir una puerta que jamás debería abrir.
Final: La grabación y el pánico
A la mañana siguiente, el doctor Menezes regresó antes del amanecer.
Con el corazón acelerado, se encerró en su despacho y conectó la memoria con las grabaciones.
Durante varios minutos no ocurrió nada — solo se oía el zumbido de las máquinas.
Hasta que algo se movió.
A las 3:42 de la madrugada, las luces de la habitación parpadearon.
Marcos, inmóvil durante años, abrió lentamente los ojos.
Sus brazos comenzaron a levantarse — rígidos, antinaturales.
El monitor cerebral mostró un pico de actividad repentino.
Pero lo que vino después hizo que Ricardo se apartara de la pantalla, horrorizado:
la figura de Marcos parecía dividirse en dos — una sombra translúcida, idéntica a él, se elevó del cuerpo y se acercó a la enfermera que dormía sentada junto a la cama.
La aparición tocó su hombro… y ella se estremeció, aún dormida.
Un resplandor azulado llenó la habitación — y segundos después, todo volvió a la normalidad.
Marcos seguía inmóvil, inconsciente.
Ricardo quedó paralizado.
Revisó el video una y otra vez, incapaz de aceptar lo que veía.
Pero al comprobar que el mismo fenómeno se repetía en noches anteriores, siempre con diferentes enfermeras, supo que debía hacer algo.
Temblando, llamó a la policía y entregó las grabaciones.
Días después, la habitación 312-B fue clausurada.
Marcos Ribeiro fue trasladado a un ala aislada.
Ningún informe oficial explicó jamás lo sucedido.
El hospital alegó una “falla técnica”.
Pero el doctor Menezes renunció, abandonó la medicina y nunca más se le volvió a ver.
Dicen que, hasta hoy, la habitación 312-B permanece vacía.
Y en las madrugadas silenciosas, la luz roja del monitor aún parpadea — aunque no haya nadie en la cama.



