La Contrató por Entretenimiento… y Se Convirtió en su Salvación

Un empresario gravemente enfermo contrató a una mujer para hacerle compañía, sin imaginar que ella cambiaría su vida para siempre.
Capítulo 1: El Encuentro Inesperado
Maxim no era solo rico. Era exitoso. Uno de esos hombres “hechos a sí mismos” que empezaron de cero y, en diez años, construyeron un imperio tecnológico.
Vivía en el ático de uno de los rascacielos más altos de una metrópolis moderna, donde los ventanales tocaban las nubes y las luces nunca se apagaban.
A los ojos del mundo, era un símbolo de poder. Pero detrás de esa fachada, estaba profundamente solo.
Y lo peor: hacía mucho que había dejado de buscar compañía.
Hasta que un día, escuchó el nombre Katya.
Katya era un enigma. Sus fotos eran hipnóticas: cabello oscuro y largo, ojos en los que uno podía perderse, y una sonrisa capaz de detener el tiempo.
Decían que había trabajado en negocios turbios, pero que se había retirado.
Que no le temía a la muerte porque ya lo había perdido todo.
Y tal vez fue eso —su valentía, su carisma, y su conciencia de que el tiempo era limitado— lo que llevó a Maxim a pensar:
“¿Y si la contrato? Solo por un tiempo. Como compañía. Para sentir, aunque sea un poco, lo que es estar vivo de nuevo.”
Ella entró a su oficina vestida de negro, con un libro bajo el brazo.
No pidió dinero. No se rebajó. No fingió sumisión.
Se sentó frente a él, puso su mano sobre la mesa y dijo:
— Sé por qué me llamaste. Pero si crees que seré tu juguete, olvídalo. Puedo ser amiga, compañera, incluso inspiración. Pero nunca un objeto.
Maxim se quedó sin palabras. Esperaba adulación, dependencia, que ella usara su dinero como escudo.
Pero Katya lo miraba como a un igual. Como si supiera que él también estaba solo.
Él aceptó. Sin contrato. Solo su palabra.
El trato era simple: ella se quedaría hasta que él encontrara lo que estaba buscando.
Capítulo 2: Lecciones de Vida
Los días se convirtieron en semanas. Katya se volvió parte de su mundo.
Lo llevó a galerías privadas, aprendió a cocinar con él, lo hizo reír con historias de su pasado.
A veces, simplemente se sentaban en la azotea, viendo la puesta de sol y hablando de todo: la infancia, los miedos, el sentido de la vida.
— ¿Sabes? —dijo ella un día—. La gente pasa años intentando ganar millones, pero nunca aprende a vivir un solo día que valga por toda una vida.
Esas palabras se le quedaron grabadas. Se volvieron su nuevo lema.
Katya le enseñó a disfrutar las pequeñas cosas:
el sabor del café por la mañana, el crujir de las hojas en otoño, la primera nevada, el timbre de una librería pequeña.
Le mostró que el mundo no era solo números, contratos y poder.
Y cuanto más tiempo pasaban juntos, menos quería Maxim que ella se fuera.
Capítulo 3: El Pasado Regresa
Una noche, estaban sentados en la azotea, abrazados, mirando las estrellas. De repente, Katya se quedó rígida.
— ¿Qué pasa? —preguntó Maxim.
— No estamos solos —susurró—. Me encontraron.
Al principio, no entendió. Luego oyó pasos. Seis personas.
— Te he estado buscando por mucho tiempo, Katya. Vamos a terminar esto.
Maxim no estaba preparado. Era un empresario, acostumbrado a resolver todo con dinero.
Pero Katya…
Se levantó. No tenía miedo. No temblaba. Estaba lista.
— Lárguense. O lo haré de nuevo.
Su voz era fría. Definitiva.
Momentos después, todos huyeron. Algunos heridos. Otros aterrados.
Katya se quedó allí, respirando con dificultad, con sangre en las manos.
Capítulo 4: Verdad y Corazón
Esa noche, ella le contó todo.
Su vida en el mundo oscuro.
La traición. La huida.
Y cómo su enfermedad no fue una condena, sino un recordatorio: hay que vivir ahora.
Maxim escuchó sin interrumpirla.
— ¿Por qué te quedaste conmigo? —preguntó.
— Porque estabas solo. Como yo.
Porque necesitabas lo que podía darte.
Y porque… quería vivir a tu lado.
— ¿Y ahora?
— Ahora tengo miedo. No por mí. Por nosotros.
Capítulo 5: El Amor Que Transforma
Después de esa noche, Maxim cambió.
Vendió la mayor parte de sus bienes.
Dejó sus empresas en manos de gente confiable.
Se alejó del mundo de los negocios… y volvió al mundo de la vida.
Empezó a donar, a ayudar. Abrió centros de apoyo para personas con enfermedades graves.
Por primera vez, comenzó a vivir.
Y Katya comenzó el tratamiento. Juntos.
Epílogo: La Azotea del Mundo
Dos años después, estaban nuevamente en la azotea del rascacielos.
— ¿Recuerdas nuestro primer encuentro? —preguntó Katya.
— Claro. Pensé que serías un entretenimiento. Pero te convertiste en el sentido de mi vida.
Ella sonrió. Lo besó.
— A veces el destino juega extraño. Nos da dolor… para que aprendamos a valorar la alegría.
— Te amo —dijo Maxim.
— Lo sé. Y yo también te amo.