La familia de mi esposo me pidió que fuera madre subrogada.

pero no tenía idea para quién era el bebé 👶
Cuando mi esposo, Jair, me llamó para conversar con su madre y su hermano, Matheus, pensé que sería solo otra de esas reuniones familiares llenas de chismes y dramas sin fin. Pero esta vez, el asunto era serio — y completamente inesperado.
Tenían una petición impactante: querían que fuera madre subrogada. 😳
Específicamente, para Matheus y su prometida.
Los detalles eran confusos. La supuesta prometida estaba en el extranjero, trabajando como fotógrafa en una zona remota sin señal telefónica. Me aseguraron que ella estaba al tanto de todo, que tenía problemas de fertilidad y que Matheus estaba desesperado por tener un hijo.
Jair, mi esposo, estaba entusiasmado con la idea:
“Piensa en el dinero, Jessica. Nos ayudaría mucho a nosotros y a los niños.”
En ese momento, nuestros dos hijos tenían solo 3 y 5 años. Era difícil decir que no. La propuesta parecía ventajosa, aunque extraña. Así que, con cierta duda, acepté.
Durante todo el embarazo, soporté las náuseas, las molestias, el dolor, los exámenes, los miedos — todo por un bebé que, supuestamente, era deseado por una mujer a la que nunca había visto. Sin llamadas. Sin mensajes. Sin señales.
Aun así, confié en la palabra de Jair y de su familia.
El día que entré en trabajo de parto, Jair estuvo a mi lado todo el tiempo.
Matheus también estaba presente, pero me negué a dejarlo entrar a la sala. Me parecía un momento demasiado íntimo. La madre de Jair también estaba allí, rondando cerca de la cama, nerviosa y ansiosa.
En un momento, Jair salió del cuarto y regresó minutos después acompañado por otra persona.
“La supuesta prometida que no podía tener hijos.”
Pero en cuanto la vi… se me heló la sangre.
ERA ELLA.
La mujer con la que mi esposo me había engañado años atrás.
La mujer que había destruido mi matrimonio por un tiempo. La que juró que nunca más se involucraría con nosotros.
En ese instante, todo cobró sentido. El silencio. La distancia. El misterio.
No estaba llevando al mundo un bebé para Matheus y su prometida.
Estaba dando a luz al hijo de la amante de mi esposo.
Fui usada. Engañada. Manipulada por toda la familia.
Ahí, en pleno trabajo de parto, mi dolor ya no era solo físico. Era emocional.
Me sentía traicionada por todos a mi alrededor.
Aun así, di a luz. No por ellos — sino por el bebé, que no tenía ninguna culpa.
Después de ese día, mi vida nunca volvió a ser la misma.
Y aunque la verdad dolió, también me liberó.
Hoy, al mirar atrás, me doy cuenta:
A veces, las mayores traiciones no vienen de los enemigos — sino de quienes duermen a nuestro lado.
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