Historias

EL SECRETO ESCONDIDO EN LA COLMENA.

En un solo día, lo perdí todo.

Mi trabajo, mi relación… y, poco después, a mi padre.

Volví a casa sin rumbo, solo para descubrir que mi hermana adoptiva, Synthia, ya estaba organizando el funeral y todo lo demás como si fuera la dueña del mundo. Durante la lectura del testamento, ella heredó la casa, los bienes y todo el patrimonio. A mí solo me quedó el viejo apiario.

Se burló:

— ¿Tú? ¿Con abejas? Buena suerte.

Peor aún: me prohibió entrar en la casa donde crecí.

— ¿Quieres quedarte? Quédate en el granero.

Sin tener a dónde ir, acepté.

Armé una tienda improvisada, dormí sobre paja y decidí que no me iría. Conocí a Greg, el viejo apicultor que ayudaba a mi padre. Aunque era escéptico, aceptó enseñarme. Y fue con las abejas que comencé a reconstruir mi vida — entre picaduras, sudor y determinación.

Pero una noche, casi lo perdí todo.

El granero se incendió. La tienda se convirtió en cenizas. Las llamas amenazaron las colmenas, pero la ayuda inesperada de los vecinos salvó el apiario.

A la mañana siguiente, mientras inspeccionaba las colmenas, encontré algo escondido en un panal: un sobre con mi nombre.

Dentro, una carta escrita por mi padre… y un segundo testamento — el verdadero.

En él, mi padre dejaba claro: la casa era mía. El apiario, solo un símbolo de la confianza que tenía en mí.

Esa noche enfrenté a Synthia.

— La casa es mía — dije, entregándole el documento.

Guardó silencio durante unos segundos, luego suspiró.

— ¿Y ahora?

— Ahora, podemos intentar ser una familia. Si quieres quedarte, quédate. Solo no me pidas que olvide lo que pasó.

Soltó una risa baja.

— Está bien. Pero no me pidas ocuparme de las abejas.

— Trato hecho.

Esa noche no dormí en el granero. Dormí en mi casa.

Y aprendí que a veces la fuerza no viene de ganar de inmediato — sino de resistir hasta encontrar la verdad oculta… incluso dentro de una colmena.


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