Historias

El matrimonio es como un zapato

El matrimonio es como un zapato. Si eliges uno demasiado grande, te arrastrará toda la vida. Si eliges uno demasiado apretado, te causará heridas y dolerá con cada paso que des. Y lo más complicado: no puedes estar quitándolo y cambiándolo a cada momento, sin importar cuánto incomode.

Por eso, hijo mío o hija mía, si aún estás soltero(a), escucha con atención estos tres consejos antes de invitar a alguien a caminar contigo en la jornada de la vida. Primero: no te dejes guiar únicamente por la belleza exterior o por la estabilidad económica. La apariencia se desvanece, y la bondad también puede cambiar con el tiempo. Lo verdaderamente importante es que la persona encaje con tu alma. No todos los zapatos bonitos fueron hechos para tu pie. Busca a alguien que camine a tu lado, que comparta tu visión de vida, tus valores y tu propósito. Dos personas alineadas hacen el trayecto más liviano.

En segundo lugar, recuerda que no todos los zapatos están en la vitrina correcta. A veces, algo puede parecer atractivo a simple vista, pero no encaja con lo que realmente necesitas. Si tienes fe y crees en un camino recto, es allí donde encontrarás lo que te pertenece. No busques en lugares que no reflejan lo que llevas dentro.

Por último, entiende que el matrimonio no se asemeja a comprar zapatos en una tienda, donde puedes probar, cambiar o devolver si no te sienta bien. En la vida real, no hay forma de probar antes de comprometerse. Por eso, pide consejo, conversa con quienes ya han recorrido ese camino y, sobre todo, habla con el Creador. Habla con Dios, quien conoce exactamente el tamaño de tu corazón y quién puede encajar perfectamente en él.

Recuerda: la boda es apenas un día, pero el matrimonio es para toda la vida. No te prepares únicamente para la celebración; prepárate para la caminata que viene después. Observa con atención. Investiga de dónde viene la persona, cuáles son sus valores, su carácter, y si realmente está dispuesta a aceptarte tal como eres.

Porque, al final, no importa tanto el brillo del zapato, sino cómo y con quién decides caminar la vida. Que Dios bendiga tus pasos y te conceda sabiduría para elegir bien.

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