Historias

El precio de la traición: Cómo una mujer le dio a su esposo y a su suegra una lección que nunca olvidarán.

Nancy creía en el amor, la lealtad y la igualdad dentro del matrimonio. Durante dos años, pagó la mitad del alquiler creyendo que estaba construyendo un hogar junto a su esposo. Pero cuando descubrió que él y su madre la habían estado engañando todo ese tiempo, decidió vengarse con una lección inolvidable.

Soy una mujer que cree en la justicia. Trabajo duro, juego limpio y espero lo mismo de los demás. Pero a veces, la vida te lanza una traición tan bien calculada que lo único que puedes hacer es despertar a la diosa vengadora que llevas dentro.

Siempre pensé que Jeremy y yo teníamos una base sólida. Nos casamos jóvenes, compartíamos todo a la mitad: el alquiler, la comida, las cuentas. Ese era nuestro trato.

Jeremy fue quien encontró el departamento.
“Amor, tienes que ver este lugar”, me dijo emocionado.
Dos habitaciones, cocina moderna y un balcón hermoso. Todo por $2,000 al mes.
“Pagamos la mitad cada uno, como siempre”, aseguró. “Nuestro primer hogar real juntos.”

Todo parecía legítimo: contrato, pagos, dueño del lugar. No había señales de alerta.

Hasta que una noche de diciembre, después de un turno de 12 horas en el hospital, subí al ascensor y mi vecina Taylor me dijo:
“¡Hola! Ah, ya sé quién eres. Vives en el departamento de Lorrie y Jeremy, ¿verdad?”

¿Lorrie?
“Sí, la mamá de Jeremy. Compraron ese lugar hace años. Siempre lo mencionaba en las reuniones del edificio.”

Mi mundo se derrumbó. No había alquiler. El departamento era de ellos. ¡Me habían estado cobrando por vivir en algo que ya poseían!

Corrí a casa, revisé los papeles y confirmé: todo era una farsa.

Esa noche, decidí que si ellos sabían jugar sucio, yo sabría jugar mejor.

Durante dos semanas, actué como la esposa perfecta. Cocinaba, sonreía, hablaba de un “bono del trabajo” para hacerlos creer que me iba bien. Cayeron redonditos.

El 28 de diciembre, cuando Jeremy salió a trabajar, puse mi plan en marcha.
Empaqué todo lo que era mío: ropa, muebles, ¡hasta la cafetera que él amaba!
Fui al banco y vacié nuestra cuenta conjunta. Con ese dinero, pagué el alquiler del nuevo departamento que ya había firmado.

Y dejé solo una cosa en el viejo apartamento: una carta pegada en la ventana.

Querido Jeremy,

Disfruta TU apartamento.

Ya que tú y tu madre se divirtieron tanto estafándome por dos años, pensé que era hora de devolverles el favor.

El alquiler de enero de mi nuevo hogar ya está pagado… con tu dinero.

No intentes llamarme. Te bloqueé.

Feliz Año Nuevo, perdedor.

—Nancy

Una semana después, encontré a Lorrie en el supermercado.
“Nancy, por favor, déjame explicarte—”
“¿Explicarme qué? ¿Cómo me robaste 24 mil dólares mientras me preguntabas cuándo les daría nietos?”

“Jeremy está devastado, no come, está bebiendo…”
“Perfecto”, dije. “Dile que si no acepta mis términos de divorcio, incluidos el reembolso total de lo que pagué, presentaré cargos por fraude contra los dos.”

“Oh, Nancy…”

“Y ese pastel de caramelo que tanto te gustaba… digamos que tenía un ingrediente especial. Y no era amor.”

Tres meses después, firmé mi divorcio, con reembolso total más intereses.

Taylor me escribió:
“Vi a tu ex. Está destruido. Lorrie está vendiendo el departamento y se muda a Florida. ¡Las reuniones del edificio no serán iguales sin su drama!”

Sonreí, levanté mi copa y brindé frente a la ventana de mi nuevo hogar. No era tan lujoso, pero se sentía cien veces mejor.

Jeremy me llamó 27 veces. Nunca contesté.
Su madre también. Bloqueada.
Los amigos decían que él gritaba que “yo le robé SU dinero.”

La ironía fue deliciosa.

¿Me sentí mal? Ni un poco.

Durante dos años, fui su tonta.

Ahora, soy la que ríe.

Mujeres, si algo no cuadra, confíen en su instinto. Y si un hombre quiere jugar contigo, juega mejor que él.

Porque al final, los que engañan reciben lo que se merecen.

Y ese pastel… valió cada gramo de su “ingrediente especial”.


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